Gherardini

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Después de una semana completa ella sintió que estaba segura. Por eso bajó la guardia y dejó de sonreír. Su mejilla dolía mucho por pasar días completos así, ¡desde hace tantos años! Nunca antes había tenido tiempo siquiera para extrañar a su esposo y sus cinco hijos. De día trabajaba y de noche dormía agotada.

Cuando Leonardo le ofreció este empleo, no le explicó cómo sería.

No le gustaba que la miraran detenidamente buscando defectos y diciéndolos frente a ella sin filtrar las palabras. Tampoco le hacía feliz el ruido de toda aquella multitud que la rodeaba  —de hecho, ya tenía una jaqueca crónica.

"¡Ahora es mi oportunidad de escapar!", pensó en la mañana del séptimo día de silencio absoluto.

"'Un empleo que me eternice'... ¡qué tonta fui!", lamentó enfadada con ella misma.

Entonces salió caminando por aquel salón vacío buscando la salida, pero todas las puertas estaban cerradas y tenían alarmas.

"No podré escapar. Ellos volverán y estaré encerrada aquí para siempre.", exclamó casi llorando.

"Al menos haré lo que siempre quise hacer y nunca pude", dijo resignada tocándose la boca, mientras iba en dirección a los toilettes.

Entrando en el baño, la vi mirando en el espejo, se estaba quitando una hoja de perejil que tenía entre sus dientes. "¡Ahora sí podré sonreír como se debe!"

Cuando volvieron a abrir el Louvre, allí seguía La Mona Lisa. Pero ahora tenía una hermosa sonrisa que dejaba al descubierto sus dientes. ¡Parecía feliz con las nuevas medidas de distanciamiento social!

 ¡Parecía feliz con las nuevas medidas de distanciamiento social!

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Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora