No me dejaron entrar en el hospital para visitar a mi abuelo. Mi abuelo siempre fue más que un abuelo, él me cuidó siempre como un padre.
Mis lágrimas caían al pensar en él, al no poder estar a su lado ahora.
Me fui a la playa para pensar mejor. Hundí mis pies en la arena recordando cuando íbamos juntos a pasear allí. ¿El mar seguirá cantando cuando él ya no esté? ¿Podré soportar el dolor?
Me senté en la arena a escribir poesía. Tenía que decirle todo lo que sentía. Si esta llegara a ser una despedida, entonces quería regalarle al menos una dosis de felicidad.
Terminé de escribir y volví al hospital. No había manera alguna de que me dejaran entrar, tampoco aceptaron llevar mi carta para él. Nadie siquiera me miraba, mi cara de niño hacía que me ignoraran por completo.
Antes de irme a casa, arrugué el papel y lo tiré en el suelo con rabia.
Algunos minutos después, pasó por ahí un señor en silla de ruedas. Había chicle pegado en la rueda, chicle que se pegó a mi papel.
En la mañana siguiente, mi abuelo se despertó con un nuevo compañero de habitación. Al lado de su cama había una silla de ruedas con un papel pegado a una de las ruedas. Inmediatamente él reconoció mi letra.
Tristemente nunca más lo volví a ver, pero dicen que cuando falleció tenía una sonrisa gigante pegada por su cara.
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Un viaje a través de mis Microcuentos
Ficção Geral¿Te cuento un cuento? Entra para viajar por estas páginas donde en tan solo un minuto podrás sentir y vivir lo que tu imaginación o pensamientos te quieran pintar. Porque aquí lo único que haré será escribir, ¡todo lo demás te toca a ti! Microcuen...