Trabajo nocturno

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Es domingo de madrugada y estamos entre tres trabajando. Es fin de semana, pero nuestra jefa no descansa nunca.

Limpiamos la zona sur y en la norte quedaba muchísimo trabajo. Todos los días eran así. Pilas de información por archivar, basura por todas partes por barrer. Parecíamos más esclavos que empleados.

Últimamente el trabajo era doble. Y aunque debiera apurarme, me senté en un rincón a leer. Encontré unas páginas arrugadas, tiradas al lado del basurero. No debía de meterme, pero me entró curiosidad. Eran escritos sumamente románticos, me sorprendió que ella fuera la autora, jamás le había conocido este lado tan tierno. Y no sé si fue por el agotamiento o la oscuridad, pero abrí las dos ventanas para que entrara algo de luz. ¡Equivocación total!

Ella despertó muy enojada, me vio allí con los ojos de corazones leyendo su alma y me gritó con todas sus fuerzas de que no solo olvidara todo lo que leí, sino que también prendiera fuego a todos aquellos papeles.

Con un poco de vergüenza asentí con mi cabeza, pero cuando ella se fue, no me importó tanto sus ojos confundidos y su tristeza, agarré todos aquellos hermosos poemas y los colgué por todas las paredes. La basura, fotos viejas, usé como adorno, y antes de ver mi propio cuerpo auto-destruyéndose, quiero romper los vidrios por detrás de sus pupilas cafés. Ella despertará con una neurona menos, pero quizás será extrañamente más feliz, confundida, pero feliz. Entonces mi vida habrá valido la pena.

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