Emoticón

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Cada viernes por la mañana ella escribía un nuevo poema. Él esperaba ansioso por leer, la conocía, y por eso dejaba siempre el mismo comentario. Ella no entendió lo que él quería decir, ya que en su celular solo aparecía un comentario en blanco de un usuario sin nombre ni foto.

Pasaron muchos meses. Nadie le escribía. Enojada, harta de no hacer nada bien, ella decidió nunca más escribir. Se hundió en la más profunda depresión. Ya no entró nunca más en internet, tampoco sus dedos tocaron el lápiz, ni se pasearon por libros. Se sentía derrotada, sola y con su sueño roto.

Vivía en aquel bosque casi abandonado. Adelgazó 10 kilos y no hacía nada más que dormir. El día que quiso quitarse la vida, sintió necesidad de escribir una carta de despedida. La subió en su abandonado libro virtual, que seguía con la misma cantidad de lecturas de siempre. Mientras colgaba la cuerda por el techo, recibió una notificación: un mensaje con un corazón. Era del mismo usuario de siempre, pero ahora había cambiado de celular, y por fin sus emoticonos eran los mismos de ella. En su perfil salía su foto sentado en una silla de ruedas. Al fondo de la foto se podía ver el mismo bosque donde ella siempre vivió.

Cuando ella encontró la casa de él, vio aquel hombre caído en el suelo llorando a mares. Había intentado salir a buscarla. Ella lo abrazó fuerte, y desde entonces solo recita poesía en sus labios.

 Ella lo abrazó fuerte, y desde entonces solo recita poesía en sus labios

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Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora