La polera bordada

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Todos los días tomábamos el mismo autobús y vi cuando sus miradas se chocaron y algo los unió tan profundo. Pero ellos eran las personas más tímidas que he conocido jamás. Entraban en el bus con la cabeza agachada y ni siquiera intentaban dirigirse la palabra.

Yo los veía y me moría de ganas de unirlos. Era patético que aquello terminara así. Entonces empecé a planear algo.

Fue ahí cuando se me ocurrió lo de la polera bordada. Mi idea era que la chica leyera mi polera y se le ocurriera hacer algo igual: llevar un verso en la espalda diciendo lo que no se atrevía a decirle a él. Pero mi torpeza fue la culpable del "trágico" desenlace de la historia.

Cuando entré en el bus, vestida con el poema más lindo que había leído jamás, el único espacio vacío era justo al lado de él. La chica ni me pescó. Me senté resignada y me di vuelta a la ventana con tal de no verlo, dejando -sin querer- el escrito justo enfrente a sus pupilas.

Entonces sentí su mano en mi espalda acariciando cada letra bordada, y me paralicé. Cuando me di vuelta, el chico más introvertido del mundo me robó un beso que jamás olvidaré, y me di cuenta que la poesía puede ser incluso más impactante que una mirada.

Nunca más tomé el mismo bus, pero a veces me he atrevido a volver a usar mi poética polera... ¿con los mismos resultados? hahaha ¡Nunca les diré!

 ¿con los mismos resultados? hahaha ¡Nunca les diré!

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Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora