La chascona

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A ella le gustaba que él la llamara "chascona". Sonaba tierna la palabra cuando salía de sus labios, él siempre la hacía sonreír.

Y de verdad ella era así, tenía los cabellos más rebeldes que jamás vi.

En días de verano, los dos se ponían al sol hasta que casi les salía humo del cerebro. Creo que les gustaba su luz, quizás porque las noches eran tan largas y silenciosas.

A veces yo no podía dormir y los veía desde la ventana de mi habitación. Solo las estrellas los iluminaban. Hasta el amanecer seguían allí despiertos en el patio de mi casa. Creo que tenían insomnio crónico. Era una vida triste, pero siempre se acompañaban el uno al otro en su pena, y quizás eso los hacía fuertes, tan fuertes como para resistir cualquier tormenta.

¡Los voy a extrañar tanto! Nadie entiende cuánto los voy a extrañar. Mis ojos se llenan de lágrimas en pensar en su destino tan cruel. ¿Acaso el final tenía que ser tan triste?

—Lili, por favor, ¡acabó el show! ¡Deja de acariciar esas mazorcas de maíz y dámelas ahora para hacer la comida! Yo entiendo que mi abuela jugaba con eso, pero estamos en el año 2019, hoy tienes muñecas de plástico, tienes tu tablet y un montón de cosas tecnológicas. ¡Así que deja de hacer un escándalo! Ya no basta que les estuviste peinando todos los días. Si alguien te hubiese visto cada día jugando en la plantación, creería que estás loca.

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Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora