Bodas de bronce

98 31 12
                                    

—Era su octavo aniversario de casamiento. Sara estuvo todo el día comprando regalos y preparando la cena perfecta para él. Pese a todos los problemas que tenían, aún lo amaba.

Pero él no llegó. Ni siquiera se acordó del día tan especial. Andrés mandó un mensaje diciendo que volvería muy tarde, ya que tenía mucho trabajo para hacer. Y entonces Sara, hundida en su mar de lágrimas, se sentó en el suelo de su dormitorio con el álbum de fotos en la mano.

Todavía se acordaba del día en que él la pidió en matrimonio. Le prometió la luna, las estrellas, un palacio, hasta le hizo la típica promesa de amor eterno. ¿Dónde se quedaron todas aquellas palabras?

Pensando en el lujo que la rodeaba, los cuatro coches que tenía en el garaje, la millonaria cuenta bancaria y la mansión en el barrio más caro de la ciudad, ella vio que, en parte, él cumplió lo que dijo, la mitad de las mujeres de su ciudad no pensarían dos veces en ocupar su lugar.

Pero era ella que estaba allí, sola y triste. Con su vestido de lentejuelas mojado con su llanto.

—Pero Camila, ¿qué haces? Si sigues diciendo esas cosas horribles nunca más te invitaré a jugar conmigo. Tampoco te prestaré mis barbies.

Camila miró a la princesa con pena, recordando todos los secretos que su mamá, la ama de llaves de la reina de Inglaterra, le había contado sobre la vida real de aquella "afortunada" familia.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora