El abrazo

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Sofía salió del doctor, se secó las lágrimas y dejó pintada en su rostro una gran sonrisa. Sí, de esas que iluminan el camino oscuro por donde sea que te vayas. Tenía 25 años y mil planes para el futuro. No quería estar triste, ese sería el mejor día de su vida. ¡Tendría que hacer que fuera inolvidable! Algo que la hiciera eterna.

Se sentó en el banco de la plaza, sacó lápiz y papel, y se puso a escribir lo primero que le vino a la mente.

Se subió al metro para irse a su departamento donde vivía sola.

Con el papel en sus manos, se puso a mirar a las personas que compartían este espacio junto a ella. A su lado un hombre cabizbajo se aguantaba para no romperse a llorar. Era un artista que se sentía incomprendido y atado a la soledad. Lo único que necesitaba era un abrazo, abrazo que nunca llegaba.

Sofía lo miró, parecía ser la persona indicada. Incomodo, él levantó la cabeza. Sus miradas se cruzaron, y ella inmediatamente abrió sus brazos y atrajo a sí misma a este desconocido, abrazándolo con todas las fuerzas que le sobraban. Él se escondió adentro de aquel abrazo dejando llover en el hombro de ella todas las lágrimas guardadas. Luego, sintió el peso de aquel cuerpo desplomándose al suelo. Todos se asustaron. De su mano cayó un papel que decía:

Antes de morir: Regalar un abrazo a un extraño que lo necesite de verdad. 

 

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Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora