Carolina

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Un marinero llamado Juan, acababa de recibir la noticia de que sería papá de una niña. Se quedó tan feliz, que decidió hacer algo inesperado. Se fue a su barca, agarró una hoja de un viejo cuaderno, y se puso a escribir una carta:

"Me voy a la mar, y siempre que voy, nunca sé si volveré o no. Por eso te escribo. Carolina, quiero que te llames así. Siento que este nombre me recuerda a las caracolas de la mar. Y eso quiero, quiero que tengas la mar impregnada en ti. Cuando supe que vendrías, quise ser eterno, quise estar siempre para ti, para cuidarte, ayudarte, para que nada malo te fuera a pasar. Pero sé que un día ya no estaré, y espero que me ames tanto cuanto para extrañarme. Pero no quiero que llores. Te envío esta carta para pintar esa sonrisa que te haga falta. Y cada vez que vuelvas a mirar la mar, recuerda que te quise, y que mi amor es eterno. Tu papá."

Entonces tiró la botella lo más lejos posible.

Muchos años después, una poetisa española se sentó en la playa Las burras buscando algo de inspiración. Sus ojos se llenaron de lágrimas, recordando el tiempo cuando su padre salía a pescar. ¡Cómo lo extrañaba! Luego le escribió un par de tristes versos y fue en busca de una botella para lanzarlos al mar.

La única botella que encontró, ya tenía un papel adentro. Papel que mágicamente secó todas sus lágrimas.

 Papel que mágicamente secó todas sus lágrimas

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Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora