Los premios Wattys

82 16 12
                                    

Había un libro de microcuentos que esperaba ansioso en una larga fila para entrar al lugar más soñado por todos los libros.

Mientras esperaba, se adornó con las frases más originales, prácticamente se bañó en perfume de finales sorpresivos.

¡Estaba listo!

Guardó todos los comentarios en el bolsillo, para leer a ratos intentando tranquilizarse. Las estrellitas que le regalaron, las pegó en sus ojos, para iluminarse más y no transmitir ninguna negatividad.

Los cuentos de locos, suicidas o gente a punto de morirse, los dejó en las últimas páginas, para no asustar a nadie. ¡Hoy sería un día feliz!

Preparó la voz más bonita —esa de algún cuento de amor— para conquistar a la chica que abría la puerta del hogar de los premios más ansiados del año.

Cuando vio que a pocos les permitía el ingreso a la mansión Wattys, se inquietó, pero luego se llenó de valor y dibujó en su portada la mejor sonrisa.

—Hola, ¿me dejas entrar?  —dijo con todo el positivismo que pudo.

—¡Mírate bien! ¿No te das cuenta de quien eres? ¡No eres nadie! No eres solo poesía, no eres únicamente romance, ni suspenso, y menos novela juvenil. Eres esa mezcla de todo. Eso no nos sirve. ¡Ándate de aquí! Y guarda esa etiqueta de ficción general que llevas colgada por tu cuello. ¡No contagies a nadie más con ese estilo de perdedor!

El pobre libro, llorando desconsolado, decidió hacerse grande, tan grande como para conquistar el planeta entero. ¡No se rendiría hasta lograrlo!

 ¡No se rendiría hasta lograrlo!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora