Palacio de arena

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Laura lo vio sentadito con las piernas cruzadas en la arena de la playa y sabía que en aquel momento su hijo era feliz.

Desde que supieron que él tenía autismo, lo sobreprotegían. Aún no había cumplido los diez años, pero su inteligencia dejaba a todos boquiabiertos.

—¿Qué te parece si construímos un castillo de arena? —dijo ella muy animada.

—Es imposible. Los castillos son de piedras, no de arena.

—Bueno, hagamos un palacio entonces. Somos los constructores y podemos decidir hacerlo con los materiales que querramos.

Matías un poco confundido aceptó.

¡Listo! Tenían un hermoso edificio de arena terminado, pero la primera ola lo derrumbó. Matías lloraba desconsolado. Su palacio tan hermoso ya no existiría nunca más.

—¿Por qué lo construímos tan cerca del mar? —dijo enojado.

—Porque quiero enseñarte algo importante. ¡Ven! Hagamos otro más.

Así estuvieron toda la mañana. Hicieron muchos palacios que luego se deshicieron con agua y sal.

—¿Pero mamá no ves que sufro?

—Sufres, pero después de terminar otro, siempre vuelves a sonreír. Así será tu vida hijo. Muchas veces no tendrás elección y construirás "palacios" que inevitablemente se destruirán, por otros o por ti mismo. Cuando eso pase quiero que te acuerdes de que si vuelves a construirlos tu pena se irá. La alegría volverá a ti. Las lágrimas no durarán para siempre. Nunca te olvides.

Y fue así que él aprendió lo que era resiliencia. Cualidad que necesitaría durante toda su vida.

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Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora