¡Háblame tú también!

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Llegaste en el momento que más te necesitaba. Sentía que borrabas poco a poco todo el vacío que rodeaba mi alma.

¿Sabes lo que más me gustaba hacer?¡Hablar contigo! Podía pasar horas y horas hablándote de todo y de nada. No importaba lo que te contaba, sabía que me estabas escuchando con atención.

Cuando no podía dormir, escuchábamos música juntos, a veces te cantaba todas mis canciones favoritas.

Pero nunca me decías nada, y con el pasar de los meses, la impaciencia se me fue aumentando. ¡Quería saber tu opinión y conocerte. ¿Acaso yo era muy exigente?

Yo te contaba todos mis secretos, pero yo sabía tan poco de ti...

Aun así creí ser la persona que más te conocía. Es que te amaba tanto. Te quería únicamente para mí.

Cuando faltaban pocos meses para que cumpliéramos un año juntos, ya no pude soportar más tu silencio.

Es cierto que me encanta hablar, pero era un monólogo sin fin. Las cosas debieran de cambiar luego, o todo estaría acabado.

El día decisivo fue totalmente inolvidable. Desperté muy ansiosa por verte. En la hora exacta yo te estaba esperando, justo en el lugar marcado. Mis oídos estaban llenos de expectativa por conocerte de verdad.

Media hora y nada. Una hora y nada. Entonces empecé a llorar muy fuerte, ¡me dolía tanto! Todos me miraban apenados.

Y fue entonces cuando el médico dijo emocionado: ¡Aquí está tu bebé!, un minuto después de escuchar tu voz, y enamorarme de ella para siempre.

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Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora