El coleccionista de nubes

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Siempre me han dicho que vivo en las nubes. ¡Me encanta estar allá arriba! Las nubes son el medio de transporte perfecto, ya que basta que sople el viento para trasladarme a miles de kilómetros de aquí.

Un domingo por la mañana yo no tenía nada más que hacer, así que me subí en la primera nubecita que se dibujó en el cielo y dejé que la brisa me llevara lejos. Ella flotó sobre plantaciones, cruzó ríos, y casi se chocó contra montañas. Yo me agarraba fuerte cada vez que le daba por ir más deprisa. Entonces ella se detuvo. Era un lugar precioso donde yo nunca antes había ido. Miré hacia abajo y vi un bello lago muy transparente, una montaña y una tierna casita de madera.

Me quedé mirándola y vi que en el balcón había un hombre —muy guapo— con una cámara fotográfica. No sacaba fotos del lago, ni del caballo color fuego que tenía por su patio, ni de flores u otras cosas. Sacaba muchas fotos de esa única nubecita que había en ese momento. Yo nunca había conocido a otra persona que amaba las nubes tanto cuanto yo lo hacía. Quizás por eso lo invité a acompañarme en este viaje.

Nunca más pusimos los pies en la tierra.  Cada vez que lo miro, en el cielo se dibuja una nube en forma de corazón. Él dice que esa era la nube que él buscaba. Yo sonrío y agradezco al viento por haberme llevado hasta él.

 Yo sonrío y agradezco al viento por haberme llevado hasta él

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Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora