Cubo de Rubik

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Hace mucho le regalé un cubo Rubik a Bruno.

El primer día, él lo tiró al suelo unas 80 veces. ¡Paciencia! Siempre es así cuando uno empieza. A mí también me daba ganas de tirarlo al suelo, cuando recién aprendía cómo armarlo. Al final, Bruno solo tenía un año, seguramente iba tardar en aprender.

Cada vez que él lo rompía, yo le compraba otro. También me sentaba frente a él en la alfombra y lo armaba muchas veces para que él viera cómo se hacía.

Ese era nuestro momento juntos cada día después que volvía del trabajo. ¿Por meses? ¡No! ¡Por seis años completos!

Obviamente mi esposa se enojaba conmigo, me llamaba loco y otras cosas más. A mí me daba igual. Lo seguí haciendo insistentemente, porque hubiera querido que mi padre me lo hiciera, así que, ¿por qué no hacerlo yo a mi hijo?

Está bien, confieso que soy un poco loco por los rubiks, tengo unos cuantos guardados en mi escritorio... pero, estaba seguro que a Bruno le encantaba también.

Hoy él me dijo que me tenía una sorpresa. Entonces corrí a su dormitorio imaginando el cubo Rubik armado. ¡Estaba tan feliz! Pero abrí la puerta, y en la pared, vi un feroz cuadro donde había una hermosa pintura de un Rubik con tinta acrílica.

—Gracias papá, me enseñaste a amar los colores, y ahora he decidido que quiero ser artista. Ah.. aquí te devuelvo tus cubos Rubiks, ya aprendí a dibujarlos de memoria, no los necesitaré más.

 aquí te devuelvo tus cubos Rubiks, ya aprendí a dibujarlos de memoria, no los necesitaré más

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