La mudanza

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Después de 14 años viviendo en el centro del continente, me dieron tres maletas para guardar todo lo que me llevaría. 3 maletas de 23 kg y una de 16 era la máxima generosidad de las aerolíneas como regalo de despedida.

Lo primero que se me vino a la mente fueron mis cuadros. El Chaplin de colores y el caballo indio con sus plumas al viento y mirada hipnotizante me miraron directamente a los ojos, y eso me bastó para guardarlos. Después decidí no divisar a ningún otro, "¡Todos los demás serán vendidos!", exclamé con determinación.

Mis zapatos, que estaban en coma durante toda la pandemia, ni se movieron. "Los regalaré", pensé decidida.

El equipo de sonido de mi adolescencia, la máquina de coser, el caballete, el espejo, la pesa... todos tendrán su precio. Todos serán abandonados.

Mis ropas ya tenían sus años y me imaginé que la mudanza sería una buena excusa para reemplazarlas.

Los muebles no caben en maletas, el edredón se negó a abandonar la cama. Libros y agendas, fotos y materiales artesanales, podría regalar, digitalizar, o incluso llevar solo en mi memoria.

Toallas, sábanas, manteles, ¿quién los podría extrañar? ¡Se quedan! No me los llevaré.

Los platos son nativos y echarían de menos el país; así como las ollas, los vasos y los cubiertos. ¡Se vende o se regala!

Al final, llegué a Chile con solo una maleta. En el nuevo departamento lo único que me pertenecía eran mis 2 obras de arte. Durante los primeros meses no me pasó nada raro, hasta que llegó el día en el que me desperté con un vacío inmenso en mi memoria. Tardé horas en darme cuenta de que los recuerdos se quedan encadenados a las cosas y solo existen allí en este espacio que se forma entre nosotros y ellas.

Ahora era demasiado tarde para recuperar todo... demasiado tarde para recuperar lo que un día fui.

Pero, todavía me quedaba Chaplin y el caballo, y al fin y al cabo, eran lo más importante que necesitaba tener. Ellos me contarían cosas que jamás quisiera olvidar, y eso me bastaría para ser feliz no solo un día, sino para el resto de mi vida.

(este cuento tiene más de 250 palabras porque no quise acortarlo)

Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora