La mujer perfecta

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Su novia era la mujer más hermosa que él había conocido. No se casaba por eso, pero sí que le gustaba la idea.

El gran día de la boda llegó, sacaron envidiables fotos de casamiento, y viajaron de luna de miel a un bonito país del Caribe. Todo parecía perfecto.
Sus amigos festejaban su felicidad. Tener una esposa tan bonita, era, según la visión de ellos, un premio extra.

Pero lo que nadie nunca supo, fue que aquel pobre hombre, sentado en el sillón de su nuevo hogar, miraba decepcionadamente uno de los mejores álbumes de fotos de su ciudad.

Se podía ver el signo de interrogación tan grande que se pintaba sobre su cabeza. Todos los espejos de aquella casa se hacían la misma pregunta inquietante: ¿dónde se encontraba aquella hermosa mujer?

Por la alfombra yacía sus zapatos con tacones de 10 centímetros, en el armario del baño estaba la tinta color rubio claro con que solía teñirse el cabello, sus pestañas postizas las tenía arriba de la cómoda, junto a los lentes de contacto y la base para el rostro que usaba para taparse las manchas y espinillas que cubrían gran parte de su cara. Los sostenes con relleno guardaba en el ropero junto con las medias pantys y la faja para la cintura. La planchita para el cabello se había quemado ayer y lo mismo pasó con el secador.

—¿Me mentiste? —dijo él.

—No. Solo olvidaste que el amor es ciego. —contestó ella, quitándose la prótesis dental.

 —contestó ella, quitándose la prótesis dental

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