La acosadora

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Ella sabía todo sobre él. El nombre de sus hijos, de su esposa, de sus padres y hasta de su mascota.

El número de teléfono de su oficina, sus bandas de rock favoritas, los datos sobre su ciudad, e incluso cosas insignificantes como cuánto medía y pesaba.

Cuánto más detalles sabía sobre él, más se sentía feliz.

Disfrutar de su arte no era suficiente, hacía falta pintar el escenario completo que lo rodeaba, para entonces entender la obra, para llenar cada espacio vacío... quizás en un intento de no sentirse tan vacía.

¿Estaba loca? Seguramente. Pero nadie se percataba. Todo se hacía en secreto, todo se guardaba bajo llave en su cerebro.

Pero un día él lo supo, y entonces le dijo que lo dejara, que era una acosadora, que tenía que olvidar todo acerca de él. Ella se quedó muy triste, pues sabía que lo que hacía no dañaba a nadie. Pero lo quería tanto que tuvo que obedecerle.

Así que entró en su dormitorio con lágrimas en los ojos, agarró el control remoto de su cerebro, y poco a poco fue deletando cada pedazo de él.

Pero ella no sabía que era demasiado tarde... él estaba conectado a sus neuronas, así que, al borrarlo, ella también borraba a sí misma, pedazo por pedazo; hasta que cerró los ojos para siempre. 

Cuando yo supe lo que le pasó a ella, vi que hay que poner mucha atención en dónde guardamos a las personas... pero lo aprendí demasiado tarde...

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Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora