Sonríe, desde que empezó a compartir más convivencia con su novio descubrió que odia dormir sola pero que el chico en cuestión sea pediatra de urgencias y tenga turnos tan desorbitantes no ayudan a que ese nuevo aspecto de su carácter sea satisfecho. Aun así, porque no le queda más remedio que amoldarse a la situación, ha aprendido a disfrutar el despertar cubierta de besos fugaces que Diego se dedica a darle cuando llega con el tiempo justo para darse una ducha y volver a marcharse.
Unta unas tostadas con mantequilla y mermelada para dejárselas preparadas antes de marcharse, da un minúsculo trago al café humeante que deja junto al plato sólo para comprobar que está lo suficientemente caliente para el gusto del chico y avanza por el pasillo hasta quedar frente a la puerta del baño.
— ¿Me dejas pasar? —pregunta con un par de golpes.
— ¡Estás tardando!
—Contrólate, fiera, sólo vengo a despedirme y tú tienes que marcharte ¡A poder ser antes de dejar de gastar el agua caliente para todo el mes!
—Necesitaba un poco de tranquilidad —se justifica cerrando el grifo consciente de que quizás se ha pasado— ¿Te vas ya?
—Sí, no quisiera hacer enfadar a una gallega embarazada.
—Dios te libre —concuerda él envolviéndose en una toalla ante la mirada pícara de la chica—. Ojalá nos pudiéramos quedar todo el día en la cama...
—No me provoques, te tienes que ir a trabajar —recuerda apenada, él aparta la mirada pero asiente brevemente— Me marcho, nos vemos esta noche ¿vale? Acuérdate que hemos quedado con Santi.
—Que sí, pesada, me lo has dicho veinte veces.
Si ya de por sí en la casa que comparten Pablo y Miriam la música emanaba de entre las paredes, desde que Miriam está embarazada, mucho más. Justo Aitana se apea del coche frente al chalet de sus amigos cuando Pablo sale cargado con dos maletas y una cara de circunstancias que bien podría arrastrar por el suelo por su inmensidad.
— ¿Empiezas ya la gira? —pregunta tirándose a sus brazos cuando las manos de él se quedan libres.
—Me obligan, Aiti, y yo me voy a volver loco.
—A ver, Pablo, relájate —demanda posando ambas palmas en los hombros del malagueño—. Son quince conciertos y son en una tanda de dos meses, no te discuto que vaya a ser una locura pero ni siquiera vas a llegar tarde a la peor fase del embarazo. Tendrás leona de sobrísima que cuidar cuando vuelvas.
—Lo sé pero, aun así, me es inevitable sentirme mal por tener que marcharme. Y encima creo que ella está enfadada aunque no lo diga.
—Son las hormonas.
—Pues las putas hormonas ni siquiera me han dejado darle un beso y mira que el pobre Efrén, que acaba de llegar, ya está harto de intentar mediar entre nosotros.
— ¿Ha venido su hermano? —Pablo asiente y se disculpa para cargar el maletero antes de continuar con la conversación.
—No quería que se quedase sola sin poderse casi mover de la cama y supongo que ya te ha dicho lo de las firmas, es más cabezota que una piedra sin cerebro —Ahí Aitana le da la razón. Si solo con un par de minutos en llamada el día anterior ya la puso nerviosa a ella no quiere ni imaginar lo que tiene que ser lidiar con la histeria de Miriam por no poder hacer vida— Joder, es que me tengo que marchar como mucho en diez minutos.
—Vamos a entrar, no te vas a ir con el runrún en la cabeza.
El huracán Aitana entra arrasando a su paso y consiguiendo, incluso, que su amiga se incorpore en la cama cesando sus incansables quejidos. Efrén agradece entre risas la colaboración y pregunta a su cuñado si tiene algo más a lo que tenga que ayudarle con tal de desconectar un poco del irritable carácter con el que se ha despertado hoy su hermana.
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Inefable.
FanficAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...