El ritmo frenético de vida en el que nos vemos obligados a caer para seguir el compás del resto de la humanidad, en ocasiones, nos hace no valorar lo suficiente las pequeñas cosas que tenemos hasta que las perdemos. Y sólo cuando podemos disponer de ellas tras haber notado esa ausencia, somos capaces de disfrutar con la intensidad que de verdad merecen.
Es muy posible que esto sea, precisamente, lo que le ha ocurrido a Aitana con el piano. Siendo este uno más de los muchos objetos que acumulaban polvo en su casa cuando casi no pasaba por allí para poder pasar todo el tiempo posible con su novio, desde que la chica del flequillo volvió a habitar esas paredes, hace sólo unos días, ha aprovechado cada momento libre que ha tenido para dedicárselo a una de sus grandes pasiones.
Luis disfruta inmensamente de la cálida melodía que inunda el comedor a tan tempranas horas de la mañana, sin intención de hacerla cesar coloca una taza de café recién preparado sobre la caja del piano y se sienta en la mesa para desayunar mientras la contempla tocar, pero Aitana, al ver la bebida frente a ella, sonríe agradecida y cierra la tapa antes de darse la vuelta para tomárselo con él aun sentada en la banqueta del instrumento.
—Gracias —murmura concentrada en las vueltas de la cucharilla para que el azúcar se disuelva. Él asiente aun sabiendo que ella no le está mirando y se conforma con estacionar la mirada en las mejillas enrojecidas del rostro aún adormilado de la chica— ¿Te he despertado? No te había oído.
—Estaba haciendo la maleta cuando has empezado a tocar, tranquila.
La catalana se dobla sobre sí misma estirando el cuello para poder observar, desde su posición, el gran equipaje que aguarda junto a la puerta principal.
— ¿Todo eso te llevas para dos días?
—Va casi vacía, sólo tengo esa maleta y en algún sitio tendré que llevar las cuatro prendas que me tengo que poner.
—Qué desastre eres —se burla ella poniéndose de pie, dejando la taza sobre la mesa y corriendo hasta su habitación en busca de algo.
Luis la sigue con la mirada reprimiendo morderse el labio por la ternura que, cada día más, le causan esas simples conversaciones cargadas de sonrisas y miradas que le hacen suspirar al recordarlas.
— ¿Crees que con esto tendrás suficiente? —pregunta mostrándole una mochila de mediano tamaño de tonos amarillos.
—De sobra —asegura él— ¿Me la dejas?
—Pues claro, te traigo la maleta y haces el cambio.
Aitana se sienta en el suelo con los talones golpeando sus glúteos y, bajo la divertida mirada del gallego, cotillea el interior de la inmensa maleta que pretendía llevarse casi sin nada.
— ¿Y pantalones? —pregunta confundida.
—Los voy a llevar puestos.
—Espero que, al menos, con otras zapatillas —puntualiza señalando con desagrado los desgastados zapatos del chico.
—Pues esperas mal.
— ¿No te ibas por trabajo? —Luis asiente apoyando los codos en sus rodillas para poder observarla más de cerca— Pues deberías llevarte algo más...
— ¿Más qué?
—Decente —afirma arrugando la nariz de forma burlona.
—No creo que me merezca esta ofensa tan gratuita —Se queja conteniendo la risa.
—Sólo comento que, al menos, podrías cambiarte las zapatillas —dice Aitana encogiéndose de hombros, cierra la cremallera de su mochila y estira los brazos como si el traspaso de ropa hubiera sido un gran esfuerzo— Ya estaría, espero que me la devuelvas sana y salva.
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Inefable.
FanfictionAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...