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El sofá, la televisión, los cuadros e incluso las sillas que rodean la mesa, con esta incluida en la ecuación, están del revés habitando entre las fuertes carcajadas de Lucía. Y, de pronto, todo vuelve a dar vueltas como si de una turbina se tratase. Amaia se tambalea, temiendo pisar en falso haciendo que ella y la pequeña se caigan al suelo, pero consigue mantener el equilibrio gracias a la rápida colaboración del gallego.

—Vas a conseguir que vomite el desayuno —regaña el padre de la pequeña arrancándola de los brazos de su amiga, a pesar de los quejidos de Lucía, para devolverla a su posición habitual.

—Eres un soso, Cepe —contraataca la de Pamplona colocando sus brazos en jarras—. Y un aguafiestas, nos lo estábamos pasando de maravilla ¿a que sí, bicho? —signa mirando a la niña con complicidad.

¡Yo quiero volver a volar! —demanda dando un paso hacia atrás cuando las manos del gallego dejan de sujetarla por un momento. La verdad es que, por mucho que no lo vaya a reconocer, sí se ha mareado un poquito.

Cariño, puedes seguir jugando con la tita —los ojos de Lucía se iluminan— pero a algo más tranquilo. ¿Por qué no le enseñas a la tita el memory de Dumbo que te regaló Aitana?

¡Ala, es verdad!¡Es súper guay! Voy a cogerlo.

Amaia la contempla marcharse corriendo y, casi en un acto reflejo, alza las cejas sorprendida por la facilidad con la que ha cambiado de opinión, en lo que a la modalidad de juego respecta, sólo con una simple frase.

—¿Es cosa mía o ese nombre es muy efectivo?

—¿Dumbo? Sí, es mano de santo —comenta Luis haciéndose el loco.

—Claro, Dumbo —Lucía no le da tiempo a profundizar más en el tema. Llega, de nuevo corriendo, abrazada a una caja cuadrada con la cara del elefante volador impresa en la tapa— A ver... ¿me dejas que lo vea? Anda, qué bonito... ¿Y quién te lo había regalado?

Aitana —signa Lucía con una enorme sonrisa en la cara.

Qué majísima es Aitana ¿verdad, peque?¿Te cae bien Aitana?

Súper, súper bien —asegura la pequeña asintiendo con la cabeza—. La quiero mucho.

No me digas... ¡No sabia yo esto! —signa la de Pamplona abriendo mucho los ojos correspondiendo el esbozo de la cara de Lucía— ¿Y jugáis mucho?

¡Todos los días! Pero cuando viene de trabajar, porque ahora está trabajando mucho y luego vendrá a comer y a jugar con papá y conmigo —relata entusiasmada.

—Vaya. De qué cosas se entera una ¿eh, Luisito? Ya me jodería que vayas a tener que hacer un poquito más de comida —canturrea Amaia acariciando la barbilla de la pequeña— ¿Tú quieres que la tita se quede también a jugar con vosotras?

—Eres mala —susurra con los labios fruncidos el gallego justo antes de que Lucía signe su obvia respuesta.

Pues tendrás que enseñarme a jugar a este juego tan chulo antes de que Aitana llegue para que podamos jugar todos —advierte la chica sonriendo con picardía e invitando a la pequeña a entretenerse en ordenar las fichas— ¿Cuándo pensabas contármelo? Porque llevo aquí toda la mañana y de tu boca no ha salido ni mu.

—No hagas como si no lo supieras, que anda que no me vacilaste con el tema... —responde Luis divertido— Estamos juntos, ya está.

—Que yo te conozca casi mejor que tu propia hermana no quiere decir, ni de lejos, que tú no tengas que contarme con pelos y señales algo tan importante. No me sirve un "ya está"

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora