Amaia teclea con velocidad sobre su pantalla y vuelve a guardar el teléfono antes de retomar toda la atención sobre la pequeña que continúa dibujando en el papel que ella le acaba de poner enfrente.
—Papá me ha escrito —le informa dando unos leves golpecitos en su campo de visión para que levante la vista.
—¿Va a venir ya? —Amaia niega y consigue ver la mirada triste de Lucía antes de que esta agache la mirada.
—Tiene que ayudar a Aitana porque el coche se le ha roto, me ha preguntado si te parece bien que llegue un poco más tarde.
—Bueno... —Se encoge de hombros mirando hacia la puerta— ¿Tú te quedas?
—Yo me quedo todo el tiempo que tú quieras —La tranquiliza con el corazón en un puño— ¿No quieres quedarte sola, cariño?
La mirada de Lucía regresa sobre el papel en el que representa a sus compañeros de hospital aquel día en el que signaron todos juntos una de sus canciones preferidas.
Entonces aún creía que las paredes de ese hospital y el pequeño círculo de personas que le rodeaban, como con una especie de polvos mágicos, la protegían para que nada malo volviese a pasar, pero esa creencia se había diluido un poco en el aire desde la tarde anterior. De no haber sido por los brazos de Aitana que, en el momento justo, llegaron para impedir que nada ocurriese...
En su pequeña mente aún versan muchas preguntas que se contraposicionan con sus propios pensamientos y le hacen dudar de cada cosa que pasa ante ella.
—¿Está mal que no me haya querido ir con mamá?¿Papá se ha enfadado por eso?
—Claro que no —asegura Amaia quitándole cualquier—. Papá está muy contento de que no haya pasado nada malo y seguir pudiendo estar contigo.
—¿Y mamá?
—¿Qué pasa con ella? —La pequeña se encoge de hombros, ni siquiera sabe cuál es su duda ni si debería tenerla. En palabras de la mujer que llama así porque así se lo enseñaron, y que, a su corta edad, no consigue entender que el lazo que les une no es el usual, se siente tan confundida que necesita respuestas que siquiera sabe formular— A mamá igual le cuesta un poco más entenderlo pero no va a estar enfadada contigo.
—Pero ella me dijo que sí lo estaba —confiesa haciendo enmudecer a la de Pamplona que, habiendo empezado la conversación sin saber gran cosa de los últimos acontecimientos, descubre que la cosa puede ser más grave de lo que creía.
—¿Me cuentas qué pasó?
Lucía relata la llegada de su madre a la habitación. Que si bien, quizás en un primer momento, pudo alegrarse al verla entrar, en cuanto empezó a actuar de forma extraña hablando tan rápido que ni siquiera era capaz de entenderla, perdió cualquier atisbo del propio instinto que le hubiera causado tal reacción.
Habla del desconcierto e inseguridad que sintió al entender que quería llevársela de allí, de los gritos, insonoros para ella, que esa mujer emitía por no lograr hacerla hablar tal y como la obligaba a hacer el tiempo que estuvo lejos de su padre. Y sobre todo, para sorpresa de Amaia, habla del sentimiento de seguridad al ver entrar a Aitana en la habitación y poder comunicarse con ella en lengua de signos.
—No sabía que Aitana había aprendido a signar... —En la cara de Lucía se establece de nuevo una sonrisa.
—Papá le está enseñando y me ha dicho que las personas que de verdad me quieren lo harán por mí, que por eso ella lo hace.
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Inefable.
FanfictionAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...