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—¡Mami! —exclama Lucía al verla en la puerta del aula.

—¡Mi amor! —responde la catalana acogiéndola entre sus brazos y achuchándola con fuerza— ¿Qué tal ha ido el día?

—¿Dónde está papá? —pregunta al percatarse de la ausencia del gallego.

—Ha tenido que ir a hacer un recado urgente, bichito, pero hemos quedado con él en la papelería —le explica colocándole los bucles tras las oreja— ¿Has jugado mucho hoy? —insiste para mantenerla ocupada en la explicación y que la ausencia del gallego no se le haga tan extraña.

—Hemos estado con Mimi en la sala de las colchonetas —expone sonriente antes de regresar al suelo como ha pedido a Aitana con ese movimiento de culete que tanta gracia le hace a la del flequillo—. Mándale un "sasap" a papi para que se dé prisa, que tenemos que elegir las cartulinas para las invitaciones de mi aniversari y me tenéis que ayudar a hacerlas en casa.

—Tú no te preocupes, mi amor, que tenemos toda la tarde —le asegura dejando una caricia en su barbilla— ¡Oye! ¿Dónde está la chaqueta, señorita? —le pregunta al revisar que lo tengan todo antes de irse.

—¡Uy! Es que hemos salido al pati y se me ha olvidado ponerla en mi foto —se excusa regresando al aula para buscarla en su silla.

—Aitana —la saluda Noemí saliendo del aula con una gran sonrisa al ver entrar apresurada a la pequeña—. Creía que ya os habíais ido pero me alegro de poder tener un momento para hablar contigo porque quería... Felicitarte, supongo —propone sin saber muy bien si es la palabra adecuada.

—Gracias, Noe, de verdad —responde asintiendo con la cabeza—. Estoy todavía asimilándolo, la verdad. Esta peque nunca dejará de sorprenderme.

—Normal, hasta yo estoy intentando asimilarlo —le confiesa riendo—. No tienes ni idea del susto que me ha dado cuando me ha contado que ha ido a comer bollitos de miel con su mami. Que, claro, ha ido con su mami ¡eso por supuesto! Pero la mente me ha jugado una mala pasada.

—¡Ay, Noe! Es que te teníamos que haber avisado esta mañana, lo siento —se disculpa algo apurada. Que Maite haya regresado a escena justo en el momento menos oportuno la tiene alterada, aunque Lucía no haya sido consciente de ello, y ni siquiera ha recordado que la profesora de la pequeña no era consciente de las novedades.

—No te preocupes. La noticia ha sido mucho mejor cuando he comprendido que esa mujer no formaba parte de la ecuación y tú tenías, por fin, el valor que mereces —asegura en un suspiro—. Las cosas están como tienen que estar.

—No quiero que me malinterpretes, pero no era algo que necesitase. A ver, ser su mami es lo que más feliz me puede hacer en este mundo, pero con poder estar siempre a su lado y cuidarla como si lo fuera... Cómo me llame es lo de menos, aunque te confieso que no puedo evitar sonreír cada vez que lo hace —asegura arrugando la nariz.

—Te comprendo pero ¿me dejes que te cuente una cosa? —observa la profesora cruzándose de brazos con templanza—. Como institución que acoge a todo tipo de familias no me parecía apropiado tratar este tema como algo urgente pero llevo pensándolo un tiempo... Quizás tienes razón y no era algo que tú necesitases, pero definitivamente era algo que a Lucía si le hacía falta. Todo esto del protagonista, el que hayamos removido tanto su vida y la hayamos hecho pensar... Es algo que, he notado, llevaba reclamando silenciosamente un tiempo.

—¿Crees que sería necesario ahondar más en el tema?¿Quizás acudir a una psicóloga? —plantea Aitana temerosa de haber dejado una parcela importante del bienestar de su pequeña en manos del azar.

—Si te soy completamente sincera, Aitana, aunque tema pillarme los dedos al decirlo con tanta rotundidad... —argumenta observando cómo Lucía aprovecha la conversación de las mayores para dibujar en la pizarra— No creo que lo necesite. No con este tema en particular. La veo muy equilibrada, muy feliz. Yo la veo bien.

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora