Consigue verla justo por el rabillo del ojo al pasar del comedor a la cocina recogiendo las cosas que han usado para desayunar. De puntillas frente a la puerta para llegar al pomo, y con la punta de la lengua atrapada entre sus dientes demostrando la concentración por no hacer un ruido que ella siquiera es capaz de escuchar, es imposible que a su padre no se le escape una carcajada antes de acercarse a llamarle la atención.
—No, cariño, déjala descansar.
—Es que ya es súper tarde y yo quiero jugar con ella —signa poniendo la mejor de sus caras de corderito para convencerle.
—Ven, vamos a la cocina —insiste el gallego extendiendo la mano que no tiene ocupada por las tazas. Lucía acaba cediendo y se agarra con fuerza a dos de los grandes dedos que su padre le ha ofrecido.
Luís deja las cosas en el fregadero y la alza en brazos para sentarla junto al grifo mientras que él friega lo de la primera comida del día junto a los platos de la noche anterior sin perder de vista las manos de la pequeña por si desea decirle algo.
—¿Hoy ya no tengo fiebre, papá?
—No, hoy ya no —sonríe divertido. La verdad es que esos grados de más sólo fueron cosa de un día, pero con todo lo que ha estado pasando en el fin de semana no ha hecho por hacer que dejase de pensar diferente.
—¡Entonces sí que podemos ir a la playa! ¿A qué sí?
—Ya veremos ¿vale? Igual esta tarde —dice de forma difusa pero Lucía se conforma prestando atención a algo más interesante que a las balas perdidas que insiste su padre por lanzar en forma de promesas.
—¿Aitana no tiene plato?
—¿Plato sucio quieres decir? —pregunta antes de coger el trapo para empezar a secar, la pequeña asiente— Pues porque ayer no quiso cenar...
—¿Y tampoco desayunar?
—No, desayunar tampoco.
—Pues tú siempre dices que hay que beberse toda la leche por las mañanas porque si no no te haces mayor... —puntualiza recordándole certeramente lo que tantas veces le ha repetido.
—Eso es verdad —reconoce acariciándole la cabeza. Anoche cedió un poco dadas las circunstancias, pero le prometió, a ella y sobre todo a Miriam bajo un intento de amenaza, que la cuidaría. No puede consentir que deje de comer por culpa de la tristeza— ¿Quieres que le preparemos juntos un súper desayuno para que se ponga un poquito más contenta?
—¡Sí! Uno con muchas tostadas de chocolate, que es lo que más me gusta cuando estoy malita.
No le gusta endulzar tanto la verdad a su hija, nunca ha sido de esa clase de personas, pero a su edad es muy complicado de explicar que lo que tiene a Aitana recluida en la habitación de su padre no es precisamente una enfermedad. Ya suficiente es con que asumiera por ella misma que hay algo que no está bien y, sin que nadie le diga nada, se haya encargado de sacarle la única sonrisa que Luis ha visto aparecer en el rostro de la catalana en esos últimos tres días.
Está seguro que lo que ayer tuvo que vivir la chica del flequillo es de las cosas más duras que nunca ha vivido, sin contar un evento similar al que tuvo que asistir de pequeña por su propia madre. Le habría encantado entrar con ella para poder servir de paño de lágrimas o mano a la que apretar hasta que la circulación se le cortarse, incluso cree poder asegurar que, por un segundo, vio en sus ojos la petición de que lo hiciera, pero él no pintaba nada en esa iglesia. Y, a decir verdad, cuanto más lo pensaba, más convencido estaba que hubiera sido de muy mal gusto traspasar ese límite.
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Inefable.
FanfictionAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...