Una vez más, igual que hizo antes de bajar del coche, mientras aguardaba que las puertas del ascensor se abrieran, Luís volvió a comprobar que su novia no le hubiera contestado a la pregunta curiosa sobre la sorpresa que ella había afirmado ir a buscar.
—¡Amor, ya estoy aquí! —canturreó tintineando las llaves en su mano antes de dejarlas sobre el recibidor— No te haces una idea del tráfico que hay de camino al aeropuerto a estas horas, es increíble, y menos mal que estamos entre semana —comentó mientras la buscaba entrando al comedor— ¿Aiti? —volvió a llamar, en esta ocasión en forma de pregunta, extrañado. Se disponía a encaminarse a la habitación pero algo sobre la gran mesa de cristal que presidía la estancia le hizo parar de golpe esbozando, inevitablemente, una gran sonrisa— ¿Has bajado a la panadería? —preguntó, al fin, retomando la marcha—. Si es que eres un pajarillo incontrolable ¿eh?¿dónde estás?
No recibió respuesta, pero al entrar a la habitación que compartía con ella para dejar allí su cazadora, escuchó el sonido del agua cayendo en la ducha y supuso que había aprovechado la tranquilidad de la casa para relajarse un rato.
Pensó en concederle ese ratito de soledad pero la tentación y las ganas de estar con ella, de compartir aunque fueran unos pocos mimos bajo las caricias del agua caliente, le pudieron. Con cuidado de no sobresaltarla abrió la puerta del baño y hablándole con voz melosa la avisó de sus intenciones. Cuando, por respuesta, recibió más silencio acabó optando por acercarse a hablarle sin la cortina de por medio.
—Oye, que si no te apetece sólo tienes que dec... —enmudeció cuando, al fin, armándose de coraje, Aitana se dio la vuelta para mirarle— Cariño, ¿qué ha pasado? —cuestionó al ver en sus ojos un dolor incluso más profundo que el que percibió en el hospital.
—No puedo... —intentó hablar ella en un murmullo ahogado. Llevaba cerca de cinco minutos sintiendo que le faltaba el aire y la sensación no hacía más que incrementar— No sé cómo ha pasado —sollozó atemorizada.
—Amor, pero no entiendo, ¿ha pasado algo en la panadería? —quiso saber intentando calmarla entre sus brazos. Los músculos de Aitana empezaron a contraerse por el frío, la tensión, el miedo y la impotencia y Luis, creyendo culpable sólo al primero de los factores, optó por cerrar el grifo y envolver a su novia en el albornoz antes de abrazarla de nuevo. Durante el proceso ella, entre sollozos, se había limitado a negar que lo ocurrido hubiera sido en el local donde había comprado los dulces— ¿y entonces dónde, Aitana, dónde te ha pasado lo que te tiene así?¿Qué te ha pasado? Cuéntamelo, amor, no puedo ayudarte si no lo sé.
—Ha sido ella —consiguió decir al fin.
—¿Ella?¿Quién? —preguntó con una desagradable sensación en el pecho.
—Mai...
Fue incapaz de pronunciar al completo su nombre. Sentía que cada una de esas cinco letras eran puñales atravesando su pecho. Pero Luis comprendió de quién se trataba sin necesidad de terminar la frase.
—¿Te la has encontrado, Aitana?¿Te ha dicho algo?¿Te ha hecho algo?¿qué te ha hecho? —preguntó apresuradamente intentando retirar la tela con la que él mismo la había cubierto para inspeccionar alguna marca demostrativa.
—No, no estaba aquí. Pero ha estado —aseguró entre sollozos—. Y lo sabe, sabe que... que lo hemos perdido, Luis, lo sabe —pronunció con la voz rota aumentando su llanto incluso más.
—Aitana, dime qué ha pasado, dímelo todo —pidió con firmeza y desasosiego el gallego.
Incapaz de reproducir en alto las palabras que había tenido que leer, la catalana señaló con la mirada un papel que reposaba sobre el lavabo en el que Luis no había reparado hasta el momento. Sólo necesitó alargar el brazo para, sin soltar con el otro a su novia, poder leerlo por sí mismo.
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Inefable.
FanfictionAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...