— ¿Ya vuelves a estar con eso? Habla como las personas normales, Lucía —exige en un tono de voz excesivamente alto. El labio inferior de la pequeña comienza a temblar y sus ojos, buscando desesperadamente un refugio, sólo topan con la estupefacta expresión de Aitana.
Como un vídeo reproducido automáticamente en su cabeza las palabras de Luis cuando confundió a María con la madre de la pequeña golpean en sus sienes y, sin siquiera saber el motivo de afirmar no permitirle estar en la misma habitación de su hija, no le hace falta más que lo que acaba de escuchar por ella misma para no dudar que la posición del gallego es la correcta.
—Ven —signa Aitana agachándose cuando Lucía baja de la cama para cogerla en brazos.
—Siento que hayas venido para nada, pero Luis se ha tenido que marchar un momento y me ha pedido que recoja las cosas para poder irnos a casa, a Lucía le han dado el alta.
—Sí, lo sé —afirma sonriendo de tal forma que consigue que el estómago se le encoja—. Sólo venía a despedirme —explica dejando un beso en la cabeza de la pequeña y devolviendola al suelo para que la pueda observar— Tranquila ¿vale? Ve a buscar a Sheila y dile que venga a ponernos una peli en la tele.
—Pero mamá me ha dicho que... —La mujer que, hasta el momento, ha fingido mantener la calma se acerca a ella y coge con fuerza sus manos para acallarla consiguiendo incendiar una incipiente rabia en el interior de la catalana.
—Que hables.
—Bueno, basta —concluye liberando las manos de la pequeña del agarre de su madre tomándola de nuevo—. No sé con qué derecho se ve usted para lo que acaba de hacer, dos veces, pero para mí es más que suficiente para no dejarle salir de aquí hasta que me lo comunique un médico.
—Es mi hija y puedo llevármela cuando quiera —afirma acercándose a ambas con intención de separar a Lucía de sus brazos pero la niña se aferra con fuerza al cuello de la del flequillo sin inmutarse, cómo es obvio, por los gritos que la mujer que afirma ser quien le dio la vida emite.
—Se lo advierto, o se va ahora mismo o llamo a la policía.
—¿Cómo le tengo que decir que me dé a mi hija? —repite amenazante agarrándola del brazo en el que menos peso de Lucía carga. Aitana no es consciente de la gravedad de la situación hasta que nota las afiladas uñas de la mujer sobre su piel y los ojos, casi sin brillo en la mirada, fulminándola. No sabe reaccionar pero por suerte los horarios están a favor de la pequeña y la rutinaria visita médica de última hora del día llega justo en el mejor momento.
—Hola ¿qué tal? —saluda la que, Aitana supone, es la sustituta de Diego, pues no tiene identificado su rostro a diferencia del resto de plantilla.
—Esto no se va a quedar así —advierte la mujer pasando por su lado antes de desaparecer por la puerta ante los incrédulos ojos de los presentes. Aitana cierra los párpados con fuerza mientras acaricia la melena de la pequeña que continúa sin querer despegarse de ella. Sólo espera que las malas sensaciones que la escena le ha provocado no sean más que exageraciones paranoicas y que, cuando se lo cuente a Luis, él no le confiese que podría haber sido mucho peor.
—Tengo que tomarle la temperatura y un par de revisiones más —explica la pediatra aún confundida por la extraña actitud de esa gente.
—No te vayas, por favor —pide Lucía cuando Aitana la devuelve a la cama y signa, hasta dónde puede, las palabras de la mujer.
—Estoy en la puerta, sólo voy a llamar a papá ¿vale?
—¿Volverás? —pregunta sólo con una mano mientras sigue aferrada a la manga del jersey de su padre para que Aitana no se aleje de su lado.
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Inefable.
FanfictionAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...