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—Mira, Aitana, esa tienda tiene cosas ideales —asegura Camila tirando de su brazo.

A pesar de haber llegado tardísimo al hotel, realmente agotada, y haber amanecido con un considerable dolor de cabeza, en cuanto la cantante la ha llamado a eso de las doce para proponerle una comida de chicas y una tarde de compras, no ha podido resistirse.

Han disfrutado de una charla tranquila mientras comían en un restaurante de la ciudad, aunque han sido interrumpidas varias veces por los fans de la chica que, emocionados, pedían poder sacarse una foto con ella. Sin perder la sonrisa en ningún momento, la cubana ha posado para todas y cada una de las fotos sacando a relucir sus mejores y más divertidas muecas.

—¿Qué te parece? —cuestiona la chica mostrándole un bolso de colores llamativos.

—Es muy bonito —concede tomándolo entre sus manos y, de reojo, viendo el precio que marca la etiqueta—, pero también son muy bonitos los otros tres —recrimina entre risas dejándolo en su lugar— y eso es una barbaridad de dinero.

—Me encanta que seas mi Pepito Grillo, mi mamá te va a adorar —asegura riendo—. Venga, vamos a seguir con la ruta.

—¿Tú tienes claro hacia dónde vamos, no? —cuestiona la catalana mirando a su alrededor.

—Clarísimo —afirma no muy convencida—. Bueno, no, no lo tengo claro, pero por ahí hay más tiendas.

—Tenemos google maps, tampoco pasa nada si nos perdemos un poquito —accede Aitana tomando la calle que Camila le ha señalado mientras que la cubana le expresa su deseo de encontrar una casa de complementos pues lleva tiempo en busca de un estilo concreto de collar— ¿Y crees que por aquí encontraremos algo de eso? —pregunta, mirando a su alrededor y disminuyendo la voz cuando, a pocos metros de ellas, se alza un gran escaparate que llama su atención— ¿Podemos ir a mirar? —pide señalando el lugar con la barbilla. La cantante asiente dibujando una sonrisa y camina tras ella.

Los ojos de Aitana se abren como platos al cruzar el umbral de la tienda. Miles de juguetes de madera, de cientos de colores preciosos, ocupan las estanterías del local. La mujer que regenta el negocio las saluda con una sonrisa mientras se esmera en colocar los nuevos modelos de juegos de té de juguete que acaba de recibir.

—Madre mía, esto es el paraíso de cualquier niño —susurra Aitana en español mirando a su alrededor—. Lucía ya estaría dando saltos de emoción —comenta entre risas.

—Pues ya sabes, te la traes unos días de vacaciones y le enseñas la tienda —propone Camila comenzando a escrutar todos los objetos que la rodean.

—Ojalá pronto podamos hacer un viaje, cuando ella tenga vacaciones en el cole, me apetece mucho enseñarle más mundo aparte del que ella cree que existe —asegura mirando a su alrededor—. Pero, de momento, creo que le voy a llevar algo —murmura pensativa echando un vistazo—. Ay, mira, justo la semana pasada estuve leyendo sobre esto —explica tomando entre sus manos el original empaque del juego de piezas de madera en forma de arcoíris—. Se pueden hacer un montón de formas con esto, y a la peque le encanta construir.

—Pues lo tienes en tonos pastel o en colores más vivos —añade la chica alcanzando el otro arcoíris que reposaba en la balda.

—Me gustan más esos —afirma dejando en su sitio la primera opción que Camila ha mencionado para tomar entre sus brazos el arcoíris, de tamaño mediano y colores más intensos, por el que se ha decantado— ¿Vamos a pagar? Aún tenemos que buscar tu collar.

La bolsa de la juguetería se balancea en la mano de la catalana mientras comparte risas con la alocada cantante por las calles de la ciudad. Cuando su teléfono comienza a sonar anunciando que está recibiendo una videollamada, su sonrisa se amplía sabiendo quién la llama sin necesidad de mirar la pantalla.

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora