-Ay, es que no puedo evitarlo -lamenta cuando Luis la regaña al entrar a la cocina y encontrarla acabando hasta con la última de sus uñas-. Estoy nerviosa -admite entre susurros con la vista puesta en el pasillo.
-Les va a hacer casi tanta ilusión como a mí, ya verás -insiste el gallego tomando sus manos para detener su acción.
-Eso no lo sabes -rebate con preocupación-. Jolín, Luis, es que es un cambio muy significativo. Y por mucho que estén contentos con lo nuestro, con esto -señala haciendo un gesto en el aire-, cabe la posibilidad de que lo vean precipitado, o que no les parezca adecuado. Además, no es sólo lo mío... No quiero que sientan que les estamos quitando nada.
-Cariño, hazme caso, no les va a molestar compartir cargo con tu padre, y menos teniendo en cuenta lo bien que se llevan y la de mensajes que intercambian mi madre y tu padre a diario -añade él intentando imitar el tono de voz de su novia. No quiere que la pequeña exploradora que juega con Bola bajo la cama de la pareja oiga su conversación.
Quedan poco más de doce horas para que comience la celebración de su cumpleaños, y Lucía no imagina, ni de lejos, todas las sorpresas que le esperan.
Cosme acaba de comunicar, vía WhatsApp, a su hija, que ya está camino a su coche con los padres del gallego. En cuanto les ha visto cruzar la puerta de llegadas, el catalán ha alzado los brazos para hacerse ver y la pareja no ha tardado en saludarle con un cariñoso abrazo.
Y ha sido ese mensaje el que ha conseguido desbordar los nervios que Aitana llevaba intentando contener todo el día. Pero, por suerte o por desgracia, no va a tener ocasión de seguir dándole vueltas al tema, porque un golpe seco, seguido de los llorosos lamentos de Lucía, hace que ambos corran alarmados a socorrerla.
-¿Qué ha pasado? -pregunta el gallego poniéndose de cuclillas junto a su cama. La pequeña sólo le responde con un mohín antes de abrazarse al cuello de su padre sin cesar sus lloros.
-Amor, ¿te has hecho daño? -insiste la catalana sentándose en el suelo al lado de ambos e inspeccionando con la mirada el cuerpo de la niña en busca de algún rasguño que justifique su llanto.
-Ha sido una piedra de la cueva -murmura muy bajito antes de sorber su nariz.
-¿Te has hecho un chichón con el techo de la cueva? -afina el gallego buscando entre sus bucles un bulto- Retira la manita, amor, que tengo que ver que esté todo bien.
-A ver, déjame que te dé un montón de besitos para que se te pase el dolor -propone Aitana arrodillándose para tener mejor perspectiva- ¿Aquí te duele? -pregunta señalando el brazo que tiene más cerca de ella.
-No -aclara la pequeña mirándola de reojo.
-¿Y aquí? -pregunta acariciando su hombro, obteniendo la misma respuesta- ¿Y aquí? -vuelve a preguntar dejando unas cosquillas en el estrecho hueco que queda entre el cuello de la pequeña y el hombro de su novio.
-Es aquí, mami -aclara señalando la zona de su cabeza donde los mayores saben que lleva el receptor de su audífono-. Me he dado un coco y se me ha despegado mi audífono, y me hace pupa -añade con un mohín.
-¡Pero te lo has puesto tú solita, eso está súper bien! -celebra Aitana asegurándose de que todo está correcto antes de dejarle un besito en la cabeza- No tienes nada, mi amor, verás como eso se te pasa enseguida con unos mimitos.
Siguiendo las recomendaciones de la catalana, Luis aupa a su pequeña para dirigirse al salón. Es allí, disfrutando en el sofá de los mimos que se regalan unos a otros, donde les sorprende el sonido del timbre.
-Uy, ¿quién será? -pregunta Aitana con fingida sorpresa.
-No hemos pedido pizza -aclara Lucía con obviedad. Ella no espera a nadie, y como no le consta que los mayores hayan encargado comida a domicilio, no entiende quién puede estar al otro lado del telefonillo.
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Inefable.
FanfictionAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...