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Hola, antes de empezar la lectura quería aprovechar para deciros que sentimos la espera pero tenemos muchas cosas que hacer y la vida no nos da para más jajaja Disfrutad de LOS capítulos y tened en cuenta la época en la que estamos entrando. Haremos lo que podamos, gracias por la comprensión <3


—¿No querías que te dejase en paz? —rebate él girándose con las manos alzadas a media altura, mostrándole las palmas— Pues ale, pásalo bien —desea con ironía encaminándose al baño y cerrando, tras de sí, también esta puerta con un golpe.

Con un pesado suspiro, Aitana se dirige también a la zona de los aseos, entrando en el de mujeres con gesto apenado. No tiene ganas de discutir, y menos aún por una tontería como esa. Sí, se ha equivocado, esa no era la salida que debían tomar, y no debió ponerse chula asegurando que un gallego no iba a decirle a una catalana cuál era la ruta idónea, estando ella en su tierra. Pero, lo que en principio era un vacile, ha terminado en tensión real al percatarse del error y tener que escuchar las bromas de su novio. No sabe siquiera por qué se ha enfadado, ni cuál ha sido el comentario que le ha sentado mal más allá de una broma, pero no ha podido evitar alzar la voz y comenzar a responderle de forma demasiado cortante.

Al salir aguarda un par de minutos frente a la puerta de los baños, esperanzada de poder recibirle y solucionar esa tremenda gilipollez para que esta no enturbie el principio del viaje. Pero cuando del cubículo de los hombres sale un completo desconocido asume, algo desconcertada, que el gallego ha sido más rápido que ella.

Decide dirigirse a la caja para pagar el importe que marca el surtidor y volver al coche cuanto antes, esperando encontrar allí a Luis, pero nada más cruzar las puertas automáticas de la pequeña tienda reconoce su espalda frente a la barra donde una chica le sirve un café.

—¿Me cobras la gasolina, el café de tu compañera y estas bolsas, por favor? —pide al ser atendida por otra dependienta.

—Así serán 58,90 —responde sonriente la mujer.

—No cuentes el café, ya lo he pagado —replica el gallego sin mirar a su novia, dirigiéndose únicamente a la otra chica. Mientras Aitana espera a que le devuelvan el cambio y las llaves, Luis, aún molesto, sale sin despedirse ni avisarla.

—¿Tendrás alguna napolitana o algo similar por ahí? —pregunta la del flequillo con media sonrisa.

—Las acabamos de calentar —le informa— ¿Quieres dos? —propone intuyendo que, aunque no se hayan dirigido la palabra, el chico iba con ella.

—Gracias —asiente recuperando el cambio, con una bolsa más grande colgando de su muñeca y otra, de papel, agarrada en su mano. Al salir de la tienda observa a su alrededor buscándolo y sonríe de lado al verle apoyado en el capó del coche, con la mirada perdida en el horizonte mientras da pequeños traguitos al café que, a decir verdad, deja mucho que desear—. Hola... —susurra pillándole desprevenido colocándose a su lado, aunque con cierta distancia— Te he comprado garrotes —le confiesa tímida sin siquiera mirarle.

—Son napolitanas —responde cortante antes de dar otro sorbo al café.

—Bueno, lo cierto es que sí que lo son —ríe levemente—. Pero le podemos llamar como tú quieras, no me importa —concede extendiendo el brazo para balancear la bolsa frente a él— ¿Nos comemos un garrotito de la paz?

—Yo no he empezado la guerra.

—Ya, he sido yo —reconoce torciendo la boca— ¿Pero qué más da? Quiero solucionarlo.

Luis, sin decir nada más, extiende la mano hasta alcanzar la bolsa que Aitana ha abierto frente a él y coger uno de los bollos. Le da un mordisco e, inmediatamente después, lo acerca a la boca de su novia esperando que haga lo mismo.

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora