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Únicamente azotar con rabia las teclas del piano consigue apaciguar un poco esa rabia que ha tenido que contener durante la última semana para que sus padres no sospechasen que algo ocurría. Ya acostumbrado a casi no dormir, aunque por motivos diferentes, el insomnio le ha invadido gran parte de las noches debido a la mezcla entre decepción, tristeza y confusión que le atormenta desde que escuchó cierto nombre al otro lado de la línea.

No lo comprende, es incapaz de dejar de darle vueltas al asunto, y eso es lo que más está empeorando la situación. Sabe que debería olvidarlo pero es incapaz de no sentirse defraudado aún sabiendo que no había nada que defraudar, que no tiene ningún tipo de derecho.

Algo más desahogado tras una terapéutica hora inundada por notas musicales, comprueba su reloj de muñeca descubriendo que empieza a ser momento de despertar a la pequeña koala que duerme entre las sábanas de su cama desde que anoche, habiendo llegado muy tarde de Galicia, la pequeña le pidió dormir con él un su cama. No pudo resistirse ante el infalible mohín de su labio y el fuerte agarre al cuello ante el simple intento de separarla

-Amor... -susurra, aun sabiendo que es imposible que le escuche, mientras hace cosquillas bajo sus axilas y en la cadera. El ceño de Lucía se frunce por la molesta luz que entra por la ventana e intenta cubrirse la cabeza con la manta que la resguardaba del frío nocturno- Buenos días, pequeñaja -signa su padre apartando la tela de sus ojos.

-Cinco minutitos más, por favor.

-¿No querías ir a la playa? -pregunta el gallego sabiendo que ha encontrado la fórmula perfecta para despertarla por completo.

-¿Vamos a ir ya?

-Tenemos que desayunar... -enumera sonriendo- Deshacer las maletas e ir a apuntarte al nuevo cole para el año que viene. Cuando acabemos todo eso iremos a la playa.

-Pues entonces un ratito más, por fi -suplica escondiendo la cabeza en su regazo. Luis ríe a sabiendas de que es incapaz de negarse, acaricia los rizos de su hija y la deja dormir hasta que, al menos, el desayuno esté preparado.

Alguien que, ni de lejos, ha pensado siquiera en desayunar es la chica que lleva más de veinte minutos aparcada dos calles más allá de su casa. Llamar a Miriam, aunque no hiciera ni media hora que se hubiera despertado de su sofá, ha sido lo único que la ha ayudado a enfrentar el ataque de ansiedad tras ver a Diego por tercer día consecutivo postrado en la cama del único centro de toda España en el que se le permite hacer lo que, una semana atrás, le confesó desear.

-Ha sido un buen mes -susurró acariciándole la mejilla con ternura-, mejor de lo que me podría esperar a pesar de todo.

-Aún no ha pasado un mes.

-Ya, pero, de todas formas, tampoco va a pasar -suspiró profundamente al decirlo-. Te hice creer que venía aquí a cambiar de aires, a llevarlo todo en un sitio más tranquilo.

-¿Y no es así?

-Pues... Más o menos, sí, necesitaba un sitio donde pensarlo bien y tomar una decisión.

-¿Sobre qué? -No hubo respuesta inmediata. Aitana se sumergió en los aguados ojos de su ex novio y este, sin dejar de rozar su rostro, intentó sacar el valor de dónde no lo había para verbalizar por primera vez esas palabras.

-No quiero alargar esto más, Aiti, no tengo fuerzas.

Quizás no lo comprendió o, quizás, simplemente su mente no quiso hacerlo, pero le costó más de lo deseado para Diego reaccionar. Y cuando por fin lo hizo, obviamente, no fue con la mejor de las actitudes.

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora