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—Necesito un par más aquí, será rápido —promete Cris en un perfecto inglés mientras, con destreza, coloca el objetivo de su cámara en el ángulo deseado— Tú ya has acabado ¿verdad, Aitana? —le pregunta a su compañera cambiando de idioma.

—Lo tengo todo, sí —confirma ella con una sonrisa mientras anota los últimos datos en su libreta.

Nota como algo, o alguien, tapa la escasa luz natural que estaba aprovechando para ultimar detalles. Al alzar la barbilla ve a una chica, parte del equipo que les acompaña en tierras inglesas desde principios de semana, con su móvil en la mano argumentando que el dispositivo ha comenzado a sonar entre los bolsos y mochilas que habían dejado a un lado para mayor comodidad.

—Muchas gracias —sonríe la catalana recuperando su teléfono—. Cris, tengo que responder una llamada ¿me avisas si necesitáis algo? —pide, también en inglés, para que todos los presentes la comprendan.

—Vale, pero ten cuidado no te vayas a perder otra vez —bromea el fotógrafo provocando carcajadas en los presentes al recordar el pequeño susto del segundo día al no saber salir del supermercado al que fueron a comprar provisiones.

La catalana se aleja, sólo un poco, del grupo y amplía su sonrisa al ver en su teléfono la foto de Luis y Lucía que este muestra cuando la llama el gallego.

—¡Chiquitina! —exclama divertida cuando, al responder, la pantalla le muestra a la niña frente a la cámara muy concentrada— ¿Cómo estás, amor?¿Y papá?

—Papá está aquí —saluda el gallego mostrando su mano en el pequeño huequito de la pantalla que su hija no acapara—, batallando para que este bichito se bañe, pero tiene algo que contarte y, hasta que lo haga, dice que no se va a bañar.

—¿Algo que contarme? —pregunta extrañada— Amor, tienes que hacer caso a papá ¿eh?¿Te acuerdas de lo que me prometiste? —cuestiona dirigiendo la atención a la niña.

—Me porto muy bien —asegura convencida—, pero Nerea y Moxy me han enseñado algo y quiero enseñártelo —explica con un brillo especial en sus ojos.

—Uy, a ver, eso suena súper bien —concuerda la catalana expectante—. Venga, dime ¿qué te han enseñado?

La pequeña se balancea sobre sus talones, nerviosa por mostrarle a Aiti la sorpresa que le tiene preparada. Busca en la mirada de su padre el último impulso que necesita y, uniendo sus manitas en un gesto de esfuerzo, se lanza a pronunciar.

—Aitana.

—Ay, mi vida —susurra con la poca voz que le sale cuando se le encoge el corazón—. Ojalá estuviera ahí con vosotros ahora mismo, porque te comería a besos de lo bonita que eres.

—Yo quiero que vuelvas ya —asegura poniendo un mohín en su labio inferior.

—Ya queda poquito, amor —promete con gesto triste. Para ella también se está haciendo duro pasar ese tiempo lejos de ellos.

—Bichito —interrumpe el gallego—, venga, teníamos un trato, a la bañera.

—¡Oye! ¿Ya me quieres colgar?¿Ni un hola ni nada?

—Que no, idiota —dice él bajando la voz al soltar el insulto—. Si iba a llamarte luego, después de cenar, como siempre, pero es que el trasto se ha negado a bañarse hasta que te enseñara su sorpresa.

—La quiero mucho ¿sabes? —confiesa Aitana emocionada al perderse en los bonitos ojos de su novio—, a los dos, os quiero mucho.

—Y nosotros a ti, amor —asegura sonriendo—. Te llamamos de nuevo cuando acabemos de cenar, ¿vale? Para que me ayudes con el cuento, ¿te viene bien?

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora