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—Tenemos claro el proyecto, Luis —sentencia Manuel Martos tras un rato de charla informal—. Desde que grabaste esa canción yo lo tuve claro, y he ido informando a Narcís de todo lo que ha sucedido estos meses —explica mirando al jefe de ambos—, ambos creemos que es hora de que uno de nuestros letristas y compositores de confianza dé el paso y coja ya el micrófono —suelta al fin.

Al gallego le cuesta tragar. No puede decir que le pille completamente desprevenido, pero lo cierto es que tener frente a sí a dos hombres tan importantes de la industria musical apostando firmemente por él es algo que le produce pánico y orgullo a partes iguales.

—Os agradezco la oportunidad —asegura con la voz entrecortada—, pero temo no ser capaz de cumplir las expectativas, sean cuales sean —les confiesa con apuro. Aún no han concretado nada, a excepción de charlar acerca de metas que le gustaría alcanzar, pero algo le hace presentir que la situación le va a venir grande.

—Mira, Luis —interviene Narcís—, este hombre de aquí —señala mirando a Martos— tiene un ojo clínico para esto. Hace años me habló de un chico que había escrito una canción y que le parecía que sería un gran fichaje para nuestra compañía. Después de todos estos años, y de las muchas canciones que ese chico ha escrito para otros artistas, aquí estamos. Y resulta que, desde hace un par de meses, no deja de decirme que ahora hay que darle un micrófono. Yo no me atrevo a llevarle la contraria, espero que ese chico tampoco —desea sonriéndole sincero y cruzándose de brazos después al tiempo que se apoya en la mesa de cristal alrededor de la que están reunidos esperando con interés su respuesta.

—No seré yo quien lo haga —reconoce el gallego devolviéndole el gesto.

—Estupendo, entonces podemos ponernos manos a la obra con lo importante —toma la palabra Manuel—. Nosotros habíamos pensado en empezar con una o dos canciones, eso lo veríamos sobre la marcha, como precedente al disco.

—Disco —repite Luis en un tono neutro, asintiendo, poniendo todos sus esfuerzos en controlar el temblor nervioso que le ha dado en la pierna.

—Diez canciones —concreta Narcís con una leve risa ante la reacción del chico—. Bueno, o doce, depende de lo inspirado que estés. Pero te va a tocar ponerte a currar, porque queremos que empieces a grabar en dos o tres semanas.

—Le he contado a Narcís lo que me comentaste la última vez que hablamos, que te habías guardado algunas canciones para ti estos últimos meses —explica Manuel.

—Sí, bueno, en fin... —carraspea— Puede que tenga unas cuantas, cinco o seis, pero son borradores y no sé si... Igual no es lo que estáis buscando, o no encaja, o... —enmudece al percatarse de que divagar de semejante manera no le está dando una imagen muy profesional, que se diga.

—Luis, no lo entiendes, te buscamos a ti —sentencia Martos sin poder ocultar una carcajada—. Escribes letras muy muy buenas, pero, cuando eres tú quien las canta, o las cuenta, mejor dicho, ganan un plus que nadie más les puede dar. Es como tener a la única persona que sabe manejar la máquina sentada mirando cómo la manejan otros que no conocen cómo funciona cada pieza, estamos perdiendo rendimiento a lo tonto.

—Qué labia tienes —le alaba Narcis, completamente de acuerdo con la metáfora utilizada—. Como Martos te decía, lo primero será centrarse en el single y el disco. Si eso va bien, que algo me dice que así será, hablaremos de conciertos.

—Mientras trabajas en las canciones nosotros empezaremos a organizar alguna intervención en algún espacio de alcance medio, nada exagerado de momento —le explica Manuel a medida que va pensando cuáles pueden ser las opciones acertadas—. Eso sí, necesitamos que te pongas las pilas con las redes sociales. Hasta ahora tus seguidores han ido en auge y, aunque todo va moderadamente bien, ya hace unos cuantos meses de la gala y no puedes permitirte dejar pasar esa baza.

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora