Sobre sus hombros carga el pesado cansancio a consecuencia de las escasas horas que, en las dos últimas noches, por diferentes motivos, ha podido descansar. Mientras que en el microondas se calientan las dos primeras tazas de leche, aún con los ojos llenos de legañas y un bostezo permanente en su boca, sirve las otras dos.
A lo lejos, en algún lugar entre las habitaciones, el pasillo y el comedor, se puede escuchar cómo el resto de la casa ha comenzado a despertar. El sonido de la persiana le confirma que Aitana ha dejado de remolonear y se ha decidido a empezar el día y el ruido de unas chancletas por el pasillo sirve como aviso de que, en pocos minutos, dos terremotos aparecerán en el comedor para arrasar con las pocas galletas de choco que Lucía no devoró la semana pasada.
—Buenos días, amor —saluda la catalana, en un susurro, mientras se abraza a su espalda.
—¿Te han sentado bien esos cinco minutitos más? —pregunta él sin girarse, limitándose a hablar a la pared mientras posa las manos sobre las de ella.
—Hubiera necesitado otras cinco horitas —ríe ella antes de besar su espalda e impulsarse en sus hombros para alcanzar las galletas de la balda—. Ya están armando jaleo estos dos —comenta mirando hacia el pasillo—, ¡qué peligro tienen!
—Está hiperactiva, lo que no sé es cómo conseguimos que se durmiera anoche —comenta el gallego que, entre el cambio de unas tazas a otras en el microondas, se gira para arrebatarle a su novia el paquete de las manos—. Esto es para el desayuno, glotona —le regaña para pinchar alzando una ceja ante la galleta, ya mordida, que Aitana sostiene en la otra mano.
—Si no me como una ahora, cuando lleguen Pili y Mili no me van a dejar ni las migajas —refunfuña antes de darle otro mordisco, aún mayor.
—Ahí tienes razón —concede mirando de reojo el trozo que resta para valorar si, a pesar de conocer las consecuencias, merece la pena lo que se le acaba de ocurrir. Acaba por concluir que, aun si fueran unas migajas, tendría motivos suficientes para hacerlo. Le dedica una sonrisa confusa y, en cuestión de segundos, sus dientes están a escasos milímetros de los dedos con los que su novia sostenía la galleta.
A la catalana no le da tiempo ni a quejarse, pues el sonido de las chancletas y las carcajadas de Lucía la interrumpen.
—¡Abran paso! El avión con destino al país del desayuno está a punto de aterrizar —anuncia un divertido Roi irrumpiendo en el salón con la pequeña subida a su espalda.
—¡Quiero aterrizar con papá! —pide la niña entre carcajadas abriendo sus brazos hacia su padre.
—Buenos días, trasto —susurra el gallego acariciando los bucles de Lucía cuando esta, medio por saludarle, medio por refugiarse de las cosquillas del tito Roi, se abraza con fuerza a su cuello.
—Buenos días, papi —saluda arrugando la nariz—. El tito nos ha traído a Bola y a mí a desayunar en su avión —explica mientras reclama a su peluche de vuelta de los brazos del gallego menor—, y queremos tostadas de Aiti, porque el avión se ha quedado sin energía y el tito me ha dicho que sólo se recarga con queso.
—Es que venir a España y no probar esas famosas tostadas me parece un delito —se excusa dándole un suave codazo a la mencionada.
—Ven aquí, bichito —interviene ella sonriendo—. Vamos a preparar tostadas para todos, ¿te parece? —ofrece abriendo sus brazos ante padre e hija— Y a la del tito le echamos doble ración de queso para que el avión te lleve hasta el cole en nuestro paseo —apunta guiñando un ojo divertida queriendo devolverle así la jugarreta a su invitado por no haberles dejado dormir con tanto juego nocturno con la pequeña.

ESTÁS LEYENDO
Inefable.
FanfictieAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...