"¿Peque, dónde guarda papá las sábanas y las mantas?"
Si las puertas del ascensor no lo hubieran impedido al cerrarse, Luis hubiera regresado al interior de su casa para pararle los pies a Marta nada más oír esa frase que, a su juicio, anunciaba el apocalipsis en su salón.
—Ya no hay vuelta atrás, Cepe, déjate llevar —aconsejó Roi ante la cara de circunstancias de su amigo por lo que la pregunta de la abogada podía conllevar en su hogar.
—Os habéis aliado todos contra mí —se lamentó cubriéndose la cara con ambas manos—. Mira, a modo de compensación, la primera ronda la pagas tú —sentenció abriendo la puerta del vehículo.
Como si de dos adolescentes se tratara, ambos se decantaron, casi al unísono, por cenar en uno de esos restaurantes con un interminable buffet libre plagado de deliciosas pero poco saludables recetas. Las risas acompañaron a las tres primeras cervezas que se tomó cada uno, pero, al servirse la cuarta, Luis notó un cambio en su amigo.
El relato distendido de sus últimos meses en Luxemburgo se tornó de pronto en una conversación mucho más profunda al mencionar el nombre de su pareja.
—No lo quería ver, lo tenía delante de mis narices —suspiró mientras concentraba su atención en el interior del botellín—. Ni siquiera sé si fue de un día para otro o, por el contrario, algo progresivo. Ella dice que me decía cosas y yo me lo tomaba a cachondeo, no es mentira, tampoco me voy a poner a negar lo obvio, pero parece que dejó de hacerle gracia.
—Pero... ¿crees que tiene solución? —cuestionó el mayor— Quiero decir, no es la primera vez que discutís, todas las parejas tienen sus diferencias, pero otras veces lo habéis arreglado...
—¿Quieres que te diga lo que yo pensaba o lo que ella ha decidido?
—Por eso viniste sin avisar —planteó más como una afirmación que como una pregunta.
—En realidad no —admitió con una sonrisa amarga—. No sé cómo pasó pero, a pesar de que ella afirmara que no había nada que hacer, seguimos viviendo juntos cerca de un mes. Discutimos mucho, sí, y ella siempre acababa diciendo que la situación era insostenible, y no lo niego, pero había pequeños instantes de paz en los que parecía que nada hubiera pasado... Me aferré a eso y tiraba con ello hasta que un día, el tercero consecutivo en el que parecía que habíamos conseguido mantener la tregua, me dijo que necesitaba hablar conmigo cuando volviera de trabajar —bajó la cabeza conteniendo el sollozo en una risa fingida—. ¿Y sabes qué hice? Por supuesto, me ilusioné.
—Tío, es normal, llevabais muchos años juntos, no es fácil darse por vencido sin luchar.
—Eso pensaba yo también, creí que nuestro único problema era la monotonía —reconoció encogiéndose de hombros—. Pero la verdad es que no había nada por lo que luchar. Esa misma noche me preguntó si, en el caso de que quisiéramos empezar a conocer a alguien más, se lo diríamos al otro. Yo le dije que no quería conocer a nadie más, no tal como lo estaba planteando, y tuvo que acabar diciendo claramente que ella sí quería —antes de continuar tomó aire profundamente—. Por eso vine, podía soportar una separación temporal pero saber que ella estaba tan decidida a comenzar de cero con su vida... No puedo, sigo sin poder —murmuró desviando la mirada hacia la zona en la que, un grupo de gente, bastante numeroso para ser un lunes, bailaba al son de la música.
—Joder, tío, lo siento muchísimo —confesó Luis apoyando su mano en el hombro de su amigo—. Ya sabes que aquí me tienes, nos tienes —se corrigió a sí mismo—, para todo lo que necesites. Y no te preocupes que vamos a comprar un colchón para que puedas quedarte en casa todo el tiempo que necesites.
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Inefable.
FanfictionAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...