—Un café bien cargado para la mejor mami del mundo —canturrea Luis dejando una caricia en la melena de su novia al pasar por detrás para poner la taza frente a ella— y tienes un termo en la cocina, acuérdate de cogerlo antes de irte. Le he puesto mucho azúcar, no sufras por eso.
—Gracias, amor —susurra Aitana esbozando una sonrisa cansada cuando el chico se sienta junto a ella—. Vuelve si quieres a la cama, de verdad.
—Si me acuesto, ahora que la enana ha dejado de toser, no me levanta ni una grúa a la hora de ir al cole —niega rechazando el ofrecimiento— y veremos a ver quién la despierta a ella.
—Mi padre no llega hasta las nueve y media, no había ningún tren antes, y tengo que sustituirlo sí o sí hasta que vuelva. Si no... Te juro que me quedaba a echarte una mano.
—No te preocupes, suficiente has hecho —asegura jugando con los mechones despeinados del flequillo de su novia mientras esta bebe de la taza—. Me costará un poquito más que de normal pero lo conseguiré.
Durante la ducha del día anterior, en la que les tocó lidiar con la poca colaboración de la pequeña, notaron que la energía que Lucía había mostrado durante toda la tarde estaba desapareciendo casi por completo. Lo achacaron a las grandes carreras que se dio intentando pillar, o huir, dependiendo del momento, a Hugo.
Pero cuando ya habían logrado conciliar el sueño, cubiertos con el fino edredón que apenas unos días atrás implementaron a la cama debido al incipiente frescor nocturno de finales de septiembre, la puerta de la habitación que Aitana y Luis compartían se abrió dando paso a una pequeña con ojos llorosos.
La catalana fue la primera en despertarse, debido al cambio de luz que emergía del pasillo, y se preocupó al verla parada frente a ellos.
—Mi amor ¿qué te pasa? —preguntó Aitana poniéndose de rodillas al borde de la cama. Lucía se limitó a acercarse a ella con un mohín en su labio inferior e, involuntariamente, tosió varias veces mostrando desagrado en su rostro— ¿estás malita? —La pequeña, al fin, asintió corroborando la predicción de la del flequillo.
—Me duele la garganta —se quejó antes de intentar subirse a la cama. Aitana se apeó en el suelo y la tomó en brazos permitiendo que escondiera su carita en el hueco de su cuello.
—Vamos a ver si tienes fiebre —murmuró, a pesar de que la niña no podía oírla, mientras salía de la habitación.
Sentadas en el sofá del comedor, con únicamente la tenue luz de las lámparas de pie alumbrando la estancia, aguardaban a que el termómetro diera el resultado. A Aitana le tranquilizó ver que la temperatura era normal pero, con la quejosa reacción de Lucía cada vez que tosía, era inevitable seguir en vilo.
—¿Quieres que te acompañe a la cama y te cuente otra historia para que puedas dormir? —signó Aitana pues, a pesar de habérselo propuesto, la pequeña no había querido que le pusiera el audífono.
—Es que me duele mucho y no puedo dormir, y no quiero estar solita.
No hubo mucha opción a réplica. Lucía se encaramó al torso de la catalana, rompiendo el silencio sólo con las constantes toses que se veía forzada a realizar por culpa del dolor, y se limitó a permanecer con los ojos medio cerrados mientras Aitana le acariciaba la espalda.
ESTÁS LEYENDO
Inefable.
FanfictionAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...