No puede negar que la mirada de Sheila, durante toda la semana pero especialmente ese dia en concreto, le revuelve un poco el estómago. Ya de por sí, Aitana cree poder afirmar sin temor a equivocarse que la jefa de enfermería no se tomó nada bien la decisión de reducir las horas de voluntariado, pero es no es, ni de lejos, el motivo que consigue incomodarla con el tenso silencio entre ellas.
Tal y como le prometió a Lucía aquella mañana, siete días atrás, su escasa disponibilidad horaria no ha afectado en absoluto a la cantidad de tiempo que ambas chicas tienen para pasar juntas. A decir verdad, y siendo obvio para cualquiera, podría afirmarse que ha aumentado exponencialmente a medida que los días iban pasando.
—Venga, Lucía, no te lo digo más.
—¿Ya estáis discutiendo? —pregunta Aitana signando y hablando verbalmente a la vez para que Luís, hasta el momento de espaldas a la puerta, sepa de su presencia.
—Qué pronto —comenta levantándose de la cama para darle un breve abrazo ya normal a ojos de su hija. La catalana deja un pequeño y disimulado beso en su cuello antes de deshacerse de los brazos del chico para saludar a la niña—. Creía que te ibas a quedar en casa intentando lo del trabajo final del máster.
—Era la intención, pero no hay manera, no me sale nada en condiciones —explica al gallego sin soltar el abrazo de la hija de este— ¿Qué hacíais?
—Iba a duchar a Lucía pero no parece estar por la labor.
Luís coge la mochila que Aitana ha dejado sobre su sillón para poder sentarse en él sosteniendo sus cosas sobre el regazo mientras las dos chicas hablan intentando mediar en un acuerdo que, hasta hace no tanto, sólo habría sido cosa suya. Y aún se hace rara esa pequeña delegación de responsabilidad que, sin haberlo hablado, Aitana le concede tener.
No deja de sentir que todo es demasiado pronto, las cosas han sido extrañas entre ellos y algunos límites se han precipitado logrando que no haya ningún tipo de plan establecido que seguir realmente. Sólo son dos sacos repletos de dudas que se dejan llevar por el aire que les rodea.
—He traído juegos —informa Aitana señalando la bolsa que sujeta el padre de la pequeña—. Cuando te duches y cenes te los enseño ¿vale?
—Es que yo me quiero duchar sola...
—Pero, Lucía... —Aitana sonríe enternecida ante la cara de completa estupefacción de Luis con la admisión del porqué tantas trabas. Él busca en sus ojos una respuesta que se traduce en un simple encogimiento de hombros.
—Se hace mayor, Luisito —susurra acariciándole la mano sobre el colchón— ¿Dejas que papá te lave el pelo por lo menos? Para que toda la cabeza esté muy bien limpia y no quede espuma.
—La cabeza sí —concede la niña asintiendo. Luis, sin mediar palabra, la toma en brazos para llevarla hasta el baño, por puro instinto le explica qué tiene que hacer y le pide que si necesita ayuda le llame con la voz.
Cuando vuelve a salir, dejando la puerta entornada por si acaso, nota como el labio inferior toma vida propia insistente por formar un mohín con él que Aitana alcanza a ver. Para entonces la catalana ya se ha esmerado en instalarse, con el portátil sobre sus piernas, sentada a los pies de la cama en posición de indio.
—¿No me das ni un beso? —reclama ella estirando el brazo para que se acerque— ¿Se puede ser más mono? —susurra tras el encuentro de sus labios notando como a Luis, en ningún momento, se le ha ido el runrún de lo que acaba de pasar— Es bueno que vaya creciendo.
—Lo sé, pero duele un poquito —admite con una sonrisa entristecida—. No sé si estoy preparado.
—Estoy segura de que sí —concluye Aitana dejándole un hueco a su lado en el colchón.
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Inefable.
FanfictionAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...