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Mientras tanto Aitana conduce tamborileando sobre el volante los dedos al son de la música que le ponen en la radio. Está nerviosa e intentar dejar la mente en blanco volcándose en la carretera es lo único que le queda. Ha quedado con su padre para presentarle el borrador de la entrevista a Pablo López, le tiene que dar el visto bueno y hacer frente a ese proyecto siente que es asumir mucha responsabilidad, pero no es eso, ni de lejos, lo que la mantiene inquieta.

Cosme ha estado de viaje casi un mes y aun no se han visto en persona desde que volvió. Fue mientras él seguía en Francia que le llamó para comunicarle la decisión de irse a vivir con su novio a sabiendas de que su padre prefería hablar de decisiones tan importantes a la cara, él no le puso pegas y recomendó poner en alquiler el ático donde ella estaba viviendo para que se ganase un dinero pero le aseguró que no se iba a librar de una conversación en cuanto volviera a España. Y ese momento ha llegado.

—Lo siento papá, he pillado un atasco —se justifica entrando apresuradamente al despacho tras saludar a la secretaria.

—Tranquila, estaba revisando lo que me has mandado...

— ¿Y qué tal?

—Bien, pero me gustaría que profundizaras un poco más en los conciertos, casi el 70 u 80 por ciento de Pablo son sus directos y me parece que pasas un poco por encima —Aitana alza las cejas gratamente sorprendida sentada frente a él, su padre levanta la cabeza y sonríe— ¿Qué?

—Nada.

—Aitana...

—Si ya lo sabes, me gusta que seas objetivo con esto —se justifica encogiéndose de hombros—. Mañana mismo te mando la modificación.

—Perfecto —Cosme cierra el portátil satisfecho, se reclina un poco en el sillón y se desabrocha el primer botón de la camisa— ¿Cómo estás?

—Muy bien, te echaba de menos... —admite sonriéndole dulcemente.

—Al final te gustará y todo lo de trabajar con tu padre —bromea el catalán—, yo también te he echado de menos, pequeñaja.

Aitana asegura no haber negado nunca que le agrade ser parte de la empresa y su padre le tiene que recordar las cientos de propuestas que ha rechazado hasta acabar cediendo al puesto. Si alguien ajeno a ellos lo presenciara podría considerarlo una discusión pero Aitana y Cosme saben que sólo se trata de ese tira y afloja del que tanto disfrutan para mantenerse en el ecuador de su relación paternofilial.

— ¿Cuántos te han llamado ya por lo del piso?

—Tres parejas y un chico, los tres primeros no me han hecho malas ofertas, creo que con la visita de hoy ya quitaré el anuncio y decidiré.

— ¿Y estás completamente segura de lo que vas a hacer? —Pregunta con voz templada— Ya sabes que la convivencia no es fácil.

—Papá, Diego y yo prácticamente vivimos juntos ¿Qué diferencia hay?

—Que tienes una casa a la que ir cuando algo vaya mal o si te agobias, sólo eso.

—Bueno, de momento sigo teniendo las llaves de tu casa —recuerda divertida encogiéndose de hombros— ¿Me dejarías volver por un tiempo si algo saliese mal?

—Sabes de sobra la respuesta a eso —dice Cosme con los ojos en blanco—. Pero espero que no sea necesario, confío en que os irá bien.

Diego es de esas personas que resulta imposible que te caigan mal. Eso fue de las primeras cosas que Aitana descubrió cuando le conoció camino a la facultad de cada uno que, casualmente, estaban en el mismo trayecto en bus. A principios del tercer año de carrera Aitana vivía de alquiler con un par de amigas y, siempre que podía, evitaba coger el coche para no tener que calentarse la cabeza con encontrar aparcamiento.

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora