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Se observa atentamente en espejo mientras se lava los dientes y le es inevitable pensar que ese semblante que ve frente a él no es, ni de lejos, el mejor que podría tener ante lo que está a punto de vivir. No es, siquiera, cercano al que semanas atrás imaginó. Pero es el único esbozo que puede reflejar en su rostro tras esa espantosa semana que, sumada al sonido que llega a sus oídos tras la puerta, le tiene el alma partida en mil añicos.

—Oye —susurra arrodillándose junto a la cama para que la punta de su nariz choque contra la mejilla de ella—, ya está ¿vale? No pasa nada, cálmate, por favor —suplica dejando pequeños besitos por donde las lágrimas de ella pasan—. No quiero irme sabiendo que estás así, no puedo hacerlo.

—Lo siento —se disculpa entre sollozos que le alteran la respiración—. Es que me da mucha rabia no poder ir, yo quería ir, te lo juro pero... —un nuevo sollozo interrumpe sus palabras— No quiero que lo canceles, de verdad.

—Y yo no quiero dejarte sola —rebate él con el codo clavado en el colchón y la cabeza, ligeramente ladeada, reposando sobre la palma de su mano mientras con la otra acaricia el borde enrojecido de las ojeras de su novia—. Otro día será, quedan muchas más oportunidades. Ahora mismo eres lo único que me importa.

—Llevas toda la semana sin moverte de mi lado a excepción de dos ocasiones y, Luis, esto es muy importante. Es tu primer concierto, jolín, y te va a estar esperando un montón de gente dispuestos a dejarse enamorar por tu voz, receptivos, tienes que aprovechar la oportunidad. Esta. —intenta hacerle ver mientras se esfuerza por sonar serena a pesar de que sigue sorbiendo la nariz debido al reciente llanto—. No podemos paralizar toda nuestra vida por esto, mi vida, aunque nos cueste tenemos que volver a la normalidad. Te juro que, si pudiera, saldría ahí fuera contigo, pero no quiero que, porque yo sea incapaz, tú te pierdas algo así por mi culpa —confiesa con la voz quebrada no pudiendo evitar volver a echarse a llorar.

El gallego acompaña, con el dorso de sus dedos, a cada una de las gotas que emergen de los ojos de ella hasta que estas caen a la cama. Se cree capaz de hacer lo que sea con tal de recuperar la sonrisa que tanto añora ver a diario aunque sepa que, al hacerlo, será él quien peor lo pase.

—Voy a hacerlo —concluye con un hilo de voz—, voy a hacerlo porque sé de verdad que a ti te hace ilusión esto —aclara peinándole el flequillo con cuidado— y porque no quiero que pienses que nada de esto es culpa tuya —añade haciendo un fuerte hincapié en la frase—. Pero con la condición de que si me necesitas, sea en el momento que sea, me llames para decírmelo ¿de acuerdo?

Aitana asiente con las pocas energías que le quedan. En el fondo sabe que no es culpa suya, que todo lo que han vivido esa semana es sólo una desgracia inevitable, pero, aun así, se siente culpable.

No recuerda mucho de los instantes previos a desmayarse en el baño, sólo que cuando abrió los ojos en el hospital Luis estaba a su lado. Y ahí ha estado todos esos días, inamovible.

Y no puede quererle más de lo que lo hace, pues se ha encargado de cuidarla a ella y de organizar todo para que la rutina de Lucía siguiera adelante y sus padres pudieran volverse a Galicia más o menos tranquilos tras el disgusto. Y por eso mismo quiere devolverle todo ese amor estando con él en su primer concierto. Pero no es capaz de volcar toda esa fuerza que el amor le profesa en acciones físicas y eso le frustra, si cabe, más incluso que el sentirse en ese pozo sin fondo.

Cuando Luis consigue, al menos externamente, volver a calmarla con millones de mimos y susurros, se incorpora para acabar de arreglarse entre las mismas paredes que ella habita.

—Pues ya lo tengo todo —suspira mirando a su alrededor para asegurarse de que no se está dejando nada. Finalmente, tras un barrido visual a la habitación, sus ojos vuelven a recaer en su novia y siente un incontrolable impulso de volverse a agachar junto a ella— ¿Me das un besito? —reclama acariciándole la mejilla con el dorso de los dedos.

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora