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—Si llego a saber que me sale tan barato invitarte a cenar, lo habría hecho antes —asegura de broma el gallego mientras ambos se ponen sus chaquetas—. Lo que no me queda claro es... ¿Lo de comer poco es cosa de costumbre de las citas y yo he roto una regla inquebrantable que desconozco debido a mi inexperiencia o...? Porque la excusa de la vergüenza en nuestro caso no sirve ¿sabes? —ríe invitándola a salir primero del restaurante en el que han cenado.

—No, amor —niega riendo con él—. Es porque estoy deseando comprar un tanque de palomitas y una bolsa enorme de chuches, que son lo mejor del cine.

—Entonces... —murmura caminando a su lado, con las manos en los bolsillos de la chaqueta— ¿De verdad que te ha hecho ilusión?

—¿Acaso lo dudas? —pregunta sorprendida.

—Bueno —ríe encogiéndose de hombros—. Me sabía mal que te estuvieras creando unas grandes expectativas y te llevaras un chasco al ser algo tan... Normal.

—Ya, bueno, es que resulta que entre nosotros nada es "normal". Empezamos teniendo "citas" en el hospital, así que lo del cine, en nuestro caso, no está para nada manido.

—Esa era la idea —reconoce dedicándole una sonrisa ladeada antes de rodear sus hombros con el brazo— Así que la señorita va a querer muchas palomitas ¿eh?¿De cuales, si puede saberse?

—Saladas —afirma rotunda—. Aunque me gustan también las dulces, pero hoy prefiero saladas y muchas chuches para compensar. Y un refresco. Y algo de chocolate, claro —añade con obviedad.

—¡Te vas a poner mala! —le advierte con fingida exageración.

—Que no, pesado, que lo he hecho mil veces y no me pasa nada.

—Venga pues —concede animándola a entrar primero al recinto—. Pero no te pases, haz el favor.

Luis no puede evitar sonreír con la escena que tiene delante. Aitana abre los expositores de golosinas emocionada ante tanta variedad. Llena varias bolsas con diferentes chucherías, mirando de reojo la expresión de su novio, e incluso se sonroja cuando éste abre mucho los ojos al verla parada frente a la máquina de sirope para helados que tiene el establecimiento.

—¿Me cobras, por favor? —susurra acercándose al chico que atiende tras la barra— Y me pones dos entradas para El Secreto de Marrowbone también.

—¿Qué haces? —pregunta Luis acercándose a ella por la espalda— Iba a pagar yo, se supone que es una invitación.

—Bueno, pero la invitada quiere invitar al invitador —responde con gesto extraño ante su propio trabalenguas—. Luego pagas tú las copas y listo.

—Te tomo la palabra —advierte pellizcando con dulzura su mejilla.

Entran justo a tiempo de ver todos los trailers que se reproducen antes de la película y, tras aposentarse en el centro de una de las últimas filas, prestan atención a la pantalla mientras se pelean en silencio por ser el primero en coger palomitas.

—Esta tiene súper buena pinta —susurra la catalana ensimismada en la historia que relata el corto resumen— ¿Te apetece que vengamos a verla? —propone con la naricilla arrugada por la sonrisa, mirándole.

—¿Me estás proponiendo una segunda cita? —cuestiona con picardía— Eso es que te gusto —bromea.

—Qué bobo eres —ríe sonrojada—. Bueno... La verdad es que no estás mal —admite guiñándole un ojo con fingida coquetería— Y me apetece conocerte un poco más ¿qué me dices?

—¡Uy, vas lanzada! —exclama siguiéndole el juego mientras se acerca poco a poco para besarla.

—¿No te estás precipitando un poco? —pregunta divertida apartándose para evitar el contacto de sus bocas. Luis arquea las cejas y ella, sin perder la sonrisa, ladea la cabeza como recordándole que quien ha empezado eso ha sido él—. Espera al menos que empiece la peli ¿no?

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora