—Ariel quiere jugar un poquito más en la bañera —expone Lucía esbozando su mejor sonrisa—. Y le tengo que hacer bien la trenza, se le ha deshecho toda.
Aunque Cosme lo ha intentado, todavía no ha conseguido sacar a la pequeña de la bañera donde lleva media hora jugando. No es capaz de negar nada que esos ojitos le pidan, y menos hoy.
—Cinco minutos y salimos, Lucía, que tienes que cenar, cariño.
Mientras en el baño la negociación sobre los minutos que se pueden alargar los juegos continúa, en el jardín de la casa, Luis y Aitana conversan sentados en el borde de la piscina con los pies metidos en el agua.
La chica toma aire, cerrando los ojos, acompasando su respiración con las caricias que el gallego deja en su espalda. Les ha venido muy bien el momento de soledad que Cosme les ha brindado, intuyendo nada más verles que algo grave ocurría, proponiendo encargarse él de supervisar los juegos acuáticos de la pequeña. Necesitaban soltar todo el lastre que la tensa situación había acumulado sobre sus hombros, romper el silencio que inundó el coche cuando Luis llegó.
Aitana se esmeraba por entretener a la pequeña, asegurando que nada malo estaba pasando, cuando Luís las alcanzó intentando dosificar la furia de cada poro de su piel. La catalana le insistió en conducir mientras él se quedaba en la parte de atrás, pero se negó en rotundo pidiéndole que fuera ella quien ocupase ese lugar. Desde el asiento trasero Aitana llamó a su padre para ponerle al corriente sobre sus planes, para asegurarse que estaba de acuerdo, y ya ahí el hombre pudo intuir que algo no marchaba bien. Sospecha que acabó confirmando cuando les abrió la puerta principal.
—¿Por qué no os tomáis un refresco en el jardín mientras me encargo de la peque? —propuso agachándose para comunicarle a la niña la idea.
Aitana caminó hasta la cocina sabedora de que Luís la seguía de cerca mientras escuchaba balbucear a su hija, a lo largo del pasillo, las dos palabras que había aprendido ese mismo día. Frente al frigorífico, mientras fingía intentar decidirse sobre qué lata coger, fue incapaz de reprimir más las lágrimas.
—Cariño... —pronunció Luis al oír su primer sollozo acercándose a abrazarla.
—Lo siento, no sé qué me pasa —reconoció ella secándose la mejilla que no tenía recostada en el pecho del gallego—. Siento que Lucía haya visto eso, Luís, yo no quería pero es que...
—Ni se te ocurra culparte por lo que ha pasado, ¿me oyes? La única culpable es Maite, nosotros sólo hemos defendido a Lucía en todo momento —aseguró elevando el mentón de la catalana con cariño—. Vamos al jardín, anda, que nos dé un poquito el aire.
Aitana se encaminó directamente hacia el borde de la piscina, la noche estaba por caer y el cielo anaranjado tras los matorrales que hacían la función de valla parecía un escenario demasiado bonito para el ánimo que ambos arrastraban. Del pecho de Luís no había desaparecido ese nudo que, lejos de diluirse al dar por finalizado el encuentro, incrementó su tamaño con el desagradable episodio en el parking del centro. Y, por si eso no fuera suficiente, saber a su novia afectada no ayudaba en nada a mejorar la situación.
—No entiendo cómo puede ser así, ojalá hubieras visto lo que ha pasado ahí dentro... Me esperaba lo peor pero ha superado expectativas.
—¿Pero ha sido tan estúpida de decir burradas delante de la trabajadora social?
—Hemos, incluso, casi discutido con ella al lado. Y te juro que lo he intentado evitar por todos los medios pero es de las pocas personas que siempre consigue sacarme de mis casillas.
—Te juro que yo... —enmudeció salpicando pequeñas gotitas con los pies— Da igual, es que me enciendo.
—No, no te guardes nada, por favor —la instó a continuar el gallego cogiendo su mano.
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Inefable.
FanficAitana se haya en una lucha interna entre algodones para ser alguien siendolo ya todo. Ansía menos de lo que tiene pero pudiendo lograrlo por sus propias manos. Lo mires por donde lo mires la vida de Luis no se torna nada fácil. Su historia es, prec...