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Luis siente que está, sin siquiera llegar a dudarlo, en el mejor momento de su vida pero, a su vez, en una de las etapas en las que a más presión se ha visto sometido. La cercanía del juicio le tiene inquieto y, aunque en el día a día logre disimularlo, no es capaz de controlar su subconsciente. Las noches le juegan muy malas pasadas, haciéndole vivir horribles pesadillas que, para más inri, asemejan ser muy realistas.

Abre los ojos, sintiendo que alguien aprieta muy fuerte su corazón en un puño, con la respiración alterada que no consigue calmar hasta que nota las cosquillas que el flequillo de Aitana hace sobre su brazo. Sonríe levemente observándola, asegurándose que esa energía invisible que le mantenía alejado de ella y de su hija sólo ha sido producto visual de los terrores que aguardan en su interior, comprueba que aún queda un rato para que la alarma de la chica suene y decide acurrucarse más cerca de ella para despertarla, antes de hora, sí, pero con miles de besitos por todo su rostro.

—Luis... —murmura ella, sin ser muy consciente aún de nada de lo que le rodea, mientras frunce el ceño con confusión— Un poquito más, porfi.

—Aún tenemos un ratito —susurra él besando su rostro de nuevo.

—¿Y por qué me despiertas? —cuestiona acurrucándose, ella también, un poquito más hacía él.

—Porque tengo ganas de mimos —concede el chico con voz melosa. Aitana sonríe, con la intención de volverse a dormir a pesar de sus palabras, pero se descubre incapaz. Suspira abriendo un poco los ojos, con dificultad por el cambio de luz, y choca con la completa atención del gallego puesta en ella.

—Buenos días, mimoso —murmura empujándole un poco para que él quede boca arriba y poder tumbarse encima—. Eres incansable ¿eh? Un día de estos tendremos que probar a dormir algo más que un par de horas, eso a lo que llaman acostarse pronto.

—Eso suena aburrido —asegura con una sonrisa burlona—. Pero me gustaría que no durmiéramos por mejores motivos que los de hoy —confiesa con gesto triste.

—Mejor es que lo hayamos hablado, aunque discutiéramos y luego lo hayamos tenido que solucionar, que haberlo dejado pasar sin más ¿no crees? —plantea Aitana, entrelazando las manos sobre la cabeza del chico, clavando los codos en el colchón y haciendo un poco de fuerza con el cuello para poder mirarle a los ojos.

—Claro que es mejor haberlo hablado pero, jolín, ayer viviste demasiados momentos... amargos y me fastidia ser el culpable de uno de ellos —confiesa bajando la mirada.

—Pero también eres el culpable de todos los momentos dulces que tuve ayer, y todos los días casi desde que te conozco, tú y Lucía —le recuerda acariciándole el rostro con ternura—. Y además, sí, me enfadé mucho... Pero no recuerdo tan amarga la noche. La recuerdo muy, muy, dulce —asegura besando la comisura, manchada por una pequeña gota de sirope, del chico.

—Creo que vamos a tener que ir a hacer la compra pronto... —vaticina alzando una ceja con picardía.

—Podemos pasarnos después de hablar con Marta, creo que... Creo que hoy no voy a ir a trabajar, la verdad —admite apoyando su barbilla en el pecho del chico—. Aunque tendría que avisar a mi padre por si acaso.

—Me parece la mejor opción —afirma Luis mientras bordea el rostro de la chica con suaves caricias—. Seguro que Cosme lo entenderá.

—Bueno, no lo entenderá —asegura la catalana tras un suspiro—. Porque sólo le voy a decir que tenemos cosas que hacer, no explicaré mucho más, no lo hice ayer por no preocuparle y no lo voy a hacer hoy.

—¿No le contaste lo que pasó?

—Como tuve que irme corriendo de la oficina, y no pasé por su despacho, le mandé un audio diciéndole que me iba al cole de la peque porque Maite se había presentado allí. Y, cuando me llamó por la tarde, le dije que estaba todo bien, que habíamos conseguido que Maite se fuera de allí, pero no le dije cómo ni a qué precio —explica apoyando su cabeza en la palma de su mano mientras habla.

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora