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-La verdad es que tengo mucha prisa -respondió el fuego fatuo- y sólo quería
preguntarles cómo llegar desde aquí a la Torre de Marfil.
-¡Huyhuy! -dijo el silfo nocturno-. ¿Quieres ver a la Emperatriz Infantil?
-Exacto -dijo el fuego fatuo-. Tengo un mensaje muy importante que transmitirle.
-¿Qué mensaje? -rechinó el comerrocas.
-Bueno... -el fuego fatuo cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra-, es un
mensaje secreto.
-Los tres tenemos la misma misión que tú... ¡Huyhuy! -respondió Vúschvusul, el silfo
nocturno-. Estamos entre colegas.
-Es posible que incluso llevemos el mismo mensaje -opinó Úckuck, el diminutense.
-¡Siéntate y cuéntanos! -rechinó Pyernrajzark.
El fuego fatuo se instaló en el sitio libre.
-Mi patria -comenzó a decir después de reflexionar un poco- se encuentra bastante lejos
de aquí... No sé si alguno de los presentes la conoce. Se llama Podrepantano.
-¡Huyhuy! -suspiró encantado el silfo nocturno-. ¡Un lugar maravilloso!
El fuego fatuo sonrió débilmente.
-¿Verdad que sí? -
-¿Y qué más? -rechinó Pyernrajzark-. ¿Por qué estás aquí, Blubb?
-En Podrepantano, nuestro país -siguió diciendo entrecortadamente el fuego fatuo-, ha
ocurrido algo... algo incomprensible... Es decir, está ocurriendo aún... Es difícil
describirlo... empezó por, es decir... Bueno, al este de nuestro país hay un lago... o,
mejor dicho, había... llamado Cálidocaldo. Y todo empezó porque, un día, el lago de
Cálidocaldo no estaba ya allí... Simplemente había desaparecido, ¿comprendéis?
-¿Quiere usted decir -preguntó Úckuck- que se secó ?
-No -repuso el fuego fatuo-, en tal caso habría ahora allí un lago seco. Pero no es así.
Donde estaba el lago no hay nada... Simplemente nada, ¿comprendéis?
-¿Un agujero? -gruñó el comerrocas.
-No, tampoco un agujero -el fuego fatuo parecía cada vez más desamparado-. Un
agujero es algo. Y allí no hay nada.
Los otros tres mensajeros intercambiaron miradas.

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