Sin pensarlo, corrió por las pegajosas maromas de la red hacia los combatientes. La red
vibraba bajo sus pies. Perdió el equilibrio, cayó entre las mallas, se quedó colgando sólo
de las manos sobre la profundidad tenebrosa, logró subirse de nuevo, se quedó pegado,
se libró otra vez y siguió adelante.
Ygrámul se dio cuenta de pronto de que algo se le acercaba. Se dio la vuelta con la
rapidez de un relámpago, y su aspecto era horrible: ahora era sólo un rostro gigantesco
de color azul acerado, con un único ojo sobre la base de la nariz que, con su pupila
vertical de una malignidad inimaginable, miraba fijamente a Atreyu.Bastián lanzó una pequeña exclamación de horror.
Un grito de horror resonó en la garganta, rebotando de un lado a otro como un eco.
Ygrámul movió su ojo hacia la izquierda y la derecha para ver si llegaba algún otro,
porque el muchacho que estaba ante él, como paralizado de espanto, no podía haber
sido. Pero no había nadie más.«¿Habrá sido mi grito lo que ha oído?», pensó Bastián profundamente preocupado. «No
es posible.»Y entonces oyó Atreyu la voz de Ygrámul. Era una voz muy aguda y un tanto ronca,
que no concordaba en absoluto con su rostro gigantesco. Además, su boca no se movía
al hablar. Era el zumbido de un enorme enjambre de avispones que formaba palabras.
-¡Un bípedo! -le oyó decir Atreyu-. Después de tanto pasar hambre, ¡dos bocados
exquisitos! ¡Hoy es un día de suerte para Ygrámul!
Atreyu tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas. Sostuvo el Esplendor ante el único
ojo del monstruo y le preguntó:
-¿Conocéis este signo?
-Acércate, bípedo -zumbó el coro de muchas voces-. Ygrámul no ve muy bien.
Atreyu dio otro paso hacia el rostro. Ygrámul abría ahora la boca. En lugar de lengua,
tenía innumerables antenas, pinzas y tentáculos.
-¡Más cerca! -zumbó el enjambre.
Atreyu dio otro paso adelante, quedando tan cerca del rostro que ahora podía ver
claramente los incontables seres distintos de color azul acerado que revoloteaban en
confusión. Y, sin embargo, aquel horrible rostro permanecía totalmente inmóvil.
-Soy Atreyu -dijo-, y cumplo una misión de la Emperatriz Infantil.
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