84-

25 0 0
                                    

Bueno -refunfuñó Urgl-, entonces, ¡marchaos!
-Podríamos llevaros un trecho... -propuso Atreyu.
-¡Sólo me faltaba eso! -respondió Urgl-. Nunca iré a zascandilear por los aires. Los
gnomos como es debido se quedan en tierra. Además, no debéis entreteneros con
nosotros: tenéis algo que hacer que es más importante... para todos.
-Sin embargo, me gustaría poder demostraros mi agradecimiento -dijo Atreyu.
-Para eso -rezongó Urgl-, ¡lo mejor que puedes hacer es no perder más tiempo en
pamplinas y marcharte enseguida!
-Tiene razón -opinó Fújur-. ¡Vamos, Atreyu!
Atreyu se subió a las espaldas del dragón de la suerte. Se volvió una vez más hacia la
pequeña y vieja Urg1 y gritó:
-¡Adiós!
Pero ella estaba ya en la caverna empaquetando cosas. Cuando volvió a aparecer unas
horas más tarde con. Énguivuck, cada uno de ellos llevaba a la espalda un cesto lleno, y
los dos estaban otra vez peleándose con ahínco. Así se fueron, tambaleándose sobre sus
piernecitas torcidas, sin volver la cabeza ni una sola vez.
Por lo demás, Énguivuck se hizo luego muy famoso, incluso el más famoso de los
gnomos de su familia, pero no por sus investigaciones científicas. Sin embargo, ésa es
otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
Al mismo tiempo que los Dos Colonos se ponían en camino, Atreyu, sobre las espaldas
de Fújur, surcaba ya los aires lejos, muy lejos, por los cielos de Fantasia.

Bastián miró involuntariamente a la claraboya y se imaginó lo que ocurriría si allí arriba
en el cielo, ya casi completamente oscuro, viera de repente al dragón de la suerte
acercarse como una llama blanca y ondulante... ¡Si los dos vinieran a buscarlo!
-¡Eso -suspiró- no estaría nada mal!
El podría ayudarlos... Y ellos a él. Sería la salvación de todos.

La Historia Interminable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora