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lejos. Por eso todo es inútil. Se lo habíamos dicho desde el principio, ¿verdad, vieja?
Déjalo estar y renuncia, pequeño. Y, sobre todo, ¡déjanos en paz!
Diciendo esto, cerró definitivamente sus ojos de mirada vacía y metió otra vez la cabeza
en la cueva. Atreyu supo que no podría sacar nada más de ella.
Al mismo tiempo, el ser de las sombras que se había formado de la oscuridad del
páramo nocturno encontró el rastro de Atreyu y se dirigió al Pantano de la Tristeza.
Nada ni nadie en Fantasia podría apartarlo de aquel rastro.


Bastián había apoyado la cabeza en la mano y miraba ante sí pensativamente.
-Es muy extraño -dijo en voz alta- que ningún ser de Fantasia pueda dar a la Emperatriz
Infantil un nuevo nombre.
Si sólo se tratara de encontrar un nombre, él hubiera podido ayudarlos fácilmente. Eso
se le daba bien. Pero por desgracia no estaba en Fantasia, donde sus habilidades
hubieran podido ser útiles y le hubieran reportado quizá simpatía u honores. Por otro
lado, se alegraba también mucho de estar allí porque en una región como el Pantano de
la Tristeza no se hubiera atrevido a entrar por nada del mundo. ¡Y aquel siniestro ser de
las sombras que perseguía a Atreyu sin que lo supiera! A Bastián le hubiera gustado
avisarlo, pero no podía ser. No se podía hacer otra cosa que confiar en la suerte y seguir
leyendo.

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