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hizo girar sus globos oculares de color rubí, sacó complacido la lengua de sus fauces
totalmente abiertas y retumbó con su voz de bronce:
-¡Atreyu, mi amigo y señor! ¡Qué bien que hayas vuelto por fin! Casi habíamos perdido
la esperanza... Es decir, los Dos Colonos, ¡yo no!
-Yo también me alegro de verte -respondió Atreyu- pero, ¿qué ha pasado esta noche?
-¿Esta noche? -exclamó Fújur-. ¿Crees que sólo ha sido una noche? ¡Te vas a asombrar!
¡Sube, te llevaré!
Atreyu se subió a las espaldas del poderoso animal. Era la primera vez que cabalgaba
sobre un dragón de la suerte. Y aunque había montado ya caballos salvajes y no era
miedoso, en los primeros momentos de aquella breve cabalgada por los aires casi perdió
la vista y el oído. Se aferró a la revoloteante melena de Fújur, hasta que éste se rió
atronadoramente y gritó:
-¡Desde ahora tendrás que acostumbrarte, Atreyu!
-¡En cualquier caso -gritó Atreyu intentando respirar-, me da la impresión de que otra
vez estás completamente bien!
-Casi -respondió el dragón-, ¡no del todo aún!
Y aterrizaron delante de la caverna de los Dos Colonos. Énguivuck y Urgl estaban uno
junto a otro a la entrada y los esperaban.
-¿Qué te ha ocurrido? -parloteó inmediatamente Énguivuck-. ¡Tienes que contármelo
todo! ¿Qué pasa con las puertas? ¿Quién o qué es Uyulala?
-¡De eso nada! -lo hizo callar Urgl-. Ante todo tiene que comer y beber. No he estado
cocinando y amasando para divertirme. ¡Ya habrá tiempo de sobra para tu tonta
curiosidad!
Atreyu había bajado de las espaldas del dragón y saludó a la pareja de gnomos. Los tres
se sentaron a la mesa, que otra vez estaba cubierta con toda clase de alimentos sabrosos
y una pequeña jarrita de tisana humeante.

El reloj de la torre dio las cinco. Bastián pensó melancólicamente en las dos tabletas de
chocolate con nueces que guardaba en casa en la mesilla de noche por si alguna vez
tenía hambre. Si hubiera sospechado que nunca volvería, se las hubiera traído como
última reserva. Pero ahora no había nada que hacer. ¡Mejor era no pensar en ello!
Fújur se echó en el pequeño valle de rocas, de forma que su poderosa cabeza que

Fújur se echó en el pequeño valle de rocas, de forma que su poderosa cabeza quedaba
junto a Atreyu y podía escucharlo todo.
-¡Figuraos! -exclamó-. ¡Mi amigo y señor cree que sólo ha estado fuera una noche!

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