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-Atreyu bajó la mirada y dijo en voz baja:
-Si eso es verdad... ¿cómo podré entrar yo? ¿Cómo podría no quererlo?
Enguivuck asintió suspirando.
-Ya te lo dije: la Puerta sin llave es la más dificil.
-Y si a pesar de todo lo lograse -prosiguió Atreyu-, ¿llegaría al Oráculo del Sur?
-Sí -dijo el gnomo.
-¿Y podría hablar con Uyulala?
-Sí -dijo el gnomo.
-¿Y quién o qué es Uyulala?
-Ni idea -dijo el gnomo, y sus ojos centellearon furiosos-. Ninguno de los que
estuvieron con ella me lo ha querido decir. ¿Cómo puede uno acabar su obra científica
si todos se rodean de un silencio misterioso, eh? Es para tirarse de los pelos... si se
tienen. Si llegas hasta ella, Atreyu, ¿me lo dirás por fin? ¿Lo harás? Me muero de ganas
de saberlo y nadie, nadie quiere ayudarme. Por favor, ¡prométeme que tú me lo dirás!
Atreyu se puso en pie y miró a la Puerta del Gran Enigma, que se alzaba a la clara luz
de la luna.
-No puedo prometértelo, Énguivuck -dijo suavemente-, aunque me gustaría demostrarte
mi agradecimiento. Pero si nadie te ha dicho quién o qué es Uyulala, debe de haber
alguna razón para ello. Y antes de conocerla no puedo decidir si debe saberlo alguien
que no haya estado allí personalmente.
-¡Entonces vete! -gritó el gnomo, despidiendo literalmente chispas por los ojos-. ¡Lo
único que se cosecha es ingratitud! Uno dedica su vida entera a investigar un secreto de
interés general. Pero nadie lo ayuda. ¡No hubiera debido ocuparme de ti!
Diciendo esto, se metió corriendo en la pequeña cueva, en cuyo interior se oyó el fuerte
portazo de una puertecitá.
Urgl pasó junto a Atreyu, se rió sofocadamente y dijo:
-No habla en serio, ese cabeza de chorlito. Lo que le pasa es que está otra vez
terriblemente decepcionado por sus ridículas investigaciones. Le gustaría mucho ser
quien resolviera el Gran Enigma. El famoso gnomo Énguivuck. ¡No se lo tomes a mal!
-No -dijo Atreyu-, dile por favor que le agradezco de todo corazón lo que ha hecho por
mí. Y también a ti te doy las gracias. Si puedo le diré el secreto... en el caso de que
vuelva.

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