ellos... o, más bien, les había entrado una especie de indiferencia. Apenas les prestaban
ya atención.
Llevaban sin hablar mucho tiempo, cuando Fújur hizo resonar de pronto su voz de
bronce:
-Atreyu, mi pequeño señor, ¿estás dormido?
-No -dijo Atreyu, aunque realmente había estado sumido en un sueño intranquilo-, ¿qué
pasa, Fújur?
-Me pregunto si no sería mas sensato volver.
-¿Volver? ¿A dónde?
-A la Torre de Marfil. A la Emperatriz Infantil.
-¿Quiéres decir volver con las manos vacías?
-Bueno, yo no lo llamaría así, Atreyu. ¿Cuál era tu misión?
-Tenía que descubrir la causa de la enfermedad que sufre la Emperatriz Infantil y el
remedio para ella.
-Pero no tenías la misión -replicó Fújur- de llevar tú ese remedio.
-¿Qué quieres decir?
-Que quizá estemos cometiendo un gran error al intentar trasponer las fronteras de
Fantasía para encontrar a una criatura humana.
-No entiendo a dónde quieres ir a parar, Fújur. Explícate mejor.
-La Emperatriz Infantil está mortalmente enferma -dijo el dragón-, porque necesita un
nuevo nombre. Eso fue lo que te reveló la Vetusta Morla. Pero ese nombre sólo se lo
pueden dar las criaturas humanas del Mundo Exterior. Eso fue lo que te dijo Uyulala.
Con eso has cumplido tu misión y me parece que tendrías que comunicárselo
rápidamente a la Emperatriz Infantil.
-Pero, ¿de qué le servirá que le diga todo eso -exclamó Atreyu- si no le llevo al mismo
tiempo a una criatura humana que la pueda salvar?
-Eso no puedes saberlo -repondió Fújur-. Ella es mucho más poderosa que tú y que yo.
Quizá le sería más fácil llamar a una criatura humana. Quizá tenga medios y caminos
totalmente desconocidos para ti y para mí, y para todos los seres de Fantasía. Pero, para
eso, tendría que saber precisamente lo que tú sabes. Suponte que fuera así. Entonces no
sólo sería totalmente absurdo que intentáramos buscar por nuestra cuenta a una criatura
humana para llevársela, sino que podría ocurrir incluso que, entretanto, la Emperatriz
muriera, por no volver nosotros a tiempo.