¿Qué aspecto tiene... huyhuy... esa nada? -preguntó el silfo nocturno.
-Eso es precisamente lo que es tan difícil de describir -aseguró el fuego fatuo con
tristeza-. En realidad, no se parece a nada. Es como... como... Bueno, ¡no hay palabras
para describirlo!
-¿Como si uno se quedara ciego al mirar ese lugar, no? -se le ocurrió al diminutense.
El fuego fatuo lo contempló con la boca abierta.
-¡Eso es exactamente! -exclamó-. Pero, ¿de dónde... quiero decir, cómo... o es que
también conocéis ese...?
-¡Un momento! -rechinó el comerrocas interviniendo--, ¿Eso ha ocurrido en un solo
lugar?
-Al principio sí --explicó el fuego fatuo-; es decir, el lugar se hizo cada vez mayor. Cada
vez faltaba algo más en la región. El Supersapo Sumpf, que vivía con su pueblo en el
lago de Cálidocaldo, desapareció de repente. Otros habitantes comenzaron a huir. Pero
poco a poco empezó también en otros lugares de Podrepantano. A veces era al principio
muy pequeño, una cosa de nada, del tamaño de un huevo de gallineta. Pero esos lugares
se ensanchaban. Si alguien, por descuido, ponía el pie en ellos, el pie... o la mano... o lo
que hubiese entrado allí desaparecía también. Por lo demás, no es doloroso... lo único
que pasa es que, al que sea, le falta de pronto un pedazo. Algunos hasta se han tirado
dentro intencionadamente, al ver que la nada se les acercaba demasiado. Tiene una
fuerza de atracción irresistible, que se hace tanto más intensa cuanto mayor es el lugar.
Ninguno de nosotros podía explicarse qué era esa cosa horrible, de dónde venía ni qué
se podía hacer contra ella. Y, como por sí sola no desaparecía, sino que se extendía cada
vez más, finalmente se decidió enviar un mensajero a la Emperatriz Infantil para pedirle
consejo y ayuda. Y ese mensajero soy yo.
Los otros tres miraban ante sí en silencio.
-¡Huyhuy! -se oyó decir al cabo de un rato a la voz lastimera del silfo nocturno-. Allí de
donde yo vengo ocurre exactamente lo mismo. Y estoy aquí con la misma misión...
¡Huyhuy!
El diminutense volvió el rostro hacia el fuego fatuo.
-Cada uno de nosotros -gorjeó- viene de un país distinto de Fantasia. Nos hemos
encontrado aquí por pura casualidad. Pero todos traemos el mismo mensaje para la
Emperatriz Infantil.
-Lo que quiere decir -gimió el comerrocas- que Fantasía entera está en peligro.
El fuego fatuo los miró uno tras otro, con un susto de muerte.
-Entonces -exclamó poniéndose en pie de un salto-, ¡no hay un segundo que perder!
