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¿No volverás?»

Ahora había otra vez aquella especie de sollozo en la voz, que se alejaba cada vez más
mientras cantaba:

«La Nada llegando está
y los oráculos callan.
La voz enmudece ya
y sus sonidos estallan.
De todos los que vinieron
hasta este bosque de piedra
y esos sonidos oyeron,
serás tú el que no se arredra.
Quizá puedas conseguir
lo que nadie ha conseguido
pero, si quieres seguir,
¡recuerda el canto dormido!»

Y luego, desde una distancia cada vez mayor, Atreyu escuchó otra vez las palabras:

«Todo una vez solamente acontece
y una vez sí deberá suceder.
Lejos, allí donde el campo florece,
debo morir y desaparecer.»

Y eso fue lo último que oyó.
Se sentó junto a una columna, apoyó la espalda en ella, miró al cielo nocturno e intentó comprender lo que había oído. El silencio lo rodeó como un manto blanco y pesado, y Atreyu se durmió.Al despertar, estaba envuelto en el crepúsculo matutino. Yacía de espaldas mirando al cielo. Las últimas estrellas palidecían. La voz de Uyulala resonaba en su recuerdo. Y, al mismo tiempo, recordó todo lo que hasta entonces le había pasado y cuál era la finalidad de la Gran Búsqueda.Así pues, ahora sabía lo que había que hacer. Sólo una criatura humana del mundo
situado más allá de las fronteras de Fantasia podría dar un nuevo nombre a la Emperatriz Infantil. ¡Tenía que encontrar a una criatura humana y llevarla hasta la
Emperatriz!
Se puso en pie de un salto.

«Huy», pensó Bastián, «con cuánto gusto los ayudaría... A ella y también a Atreyu. Me
inventaría algún nombre especialmente bonito. ¡Si supiera cómo llegar hasta Atreyu!
Iría enseguida. ¡Qué cara pondría si yo apareciera de pronto! Sin embargo, no puede
ser... ¿O quizá sí?»
Y entonces dijo en voz baja:

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