Si hay alguna forma de llegar hasta vosotros, decídmelo. ¡Iré sin dudarlo, Atreyu! Ya
verás.Cuando Atreyu miró a su alrededor, vio que el bosque de columnas, con todas sus escaleras y terrazas, había desaparecido. A su alrededor sólo estaba aquella llanura
totalmente pelada que había visto detrás de las tres puertas mágicas, antes de atravesarlas. Pero ahora no estaba allí, ni tampoco la Puerta sin Llave ni la Puerta del Espejo Mágico.Se puso en pie y miró en todas direcciones. Y entonces descubrió que, en medio de la llanura, no muy lejos de él, se había formado un lugar como el que había tenido una vez ante los ojos en el Bosque de Haule. Esta vez, sin embargo, estaba mucho más cerca de él. Atreyu se volvió y comenzó a correr en dirección contraria, tan aprisa como pudo.Sólo después de una larga huida descubrió a lo lejos, en el horizonte, una diminuta elevación que podía ser quizá el terreno montañoso formado por losas de piedra de color herrumbre, en donde se encontraba la Puerta del Gran Enigma.Se dirigió hacia allí, pero tuvo que andar mucho hasta acercarse lo suficiente para poder distinguir detalles. Y entonces tuvo muchas dudas. Era verdad que había algo que se parecía al paisaje de losas de piedra, pero no pudo descubrir puerta alguna. Y las losas de piedra no eran ya rojizas, sino grises y descoloridas.Sólo cuando hubo andado otra vez mucho tiempo vio que, entre las rocas, había efectivamente una hendidura que parecía la parte inferior de una puerta, pero sobre ella no había ya ningún arco. ¿Qué había pasado?La respuesta sólo la tuvo muchas horas después, cuando llegó por fin al lugar. El gigantesco arco de piedra se había derrumbado... ¡y las esfinges habían desaparecido! Atreyu se abrió camino entre los escombros y trepó luego a una pirámide de roca, buscando el lugar donde debían de estar los dos colonos y el dragón de la suerte. ¿O quizá habían huido entretanto de la Nada?Entonces vio que, detrás del parapeto de roca del observatorio de Énguivuck, se agitaba
una diminuta bandera. Atreyu hizo señales con ambos brazos y gritó, haciendo bocina
con las manos:
-¡Eh! ¿Estáis ahí?
Apenas se había apagado su voz, se levantó de la quebrada donde estaba la cueva de los Dos Colonos un dragón de la suerte blanco con brillos de madreperla: Fújur.Con movimientos sinuosos, elegantes y pausados, vino por los aires, volando Traviesamente alguna vez de espaldas y describiendo virajes con la velocidad del relámpago, de forma que parecía una ondulante llama blanca, y luego aterrizó ante la pirámide de piedra sobre la que estaba Atreyu. Se apoyó en las patas delanteras y era tan alto que su cabeza, sobre el levantado cuello, quedaba por encima de Atreyu. El dragón